Menos teléfono, más vida

Menos teléfono, más vida
Por:
  • valev-columnista

Tener una relación más sana con el teléfono se ha convertido en un básico de la salud mental. El teléfono es lo primero y lo último que vemos todos los días. Las personas pasan un promedio de cuatro horas frente a la pantalla y revisan sus mensajes o sus redes cada 12 minutos más o menos. La atención de la gente se esfuma al recibir un mensaje, un mail o una llamada de trabajo importantísima.

Este mal es como una epidemia que nos ha contagiado casi a todos. A veces durante un concierto o a media película, la gente saca el celular para revisar su Instagram porque no puede dejar de hacerlo. Parece ser que los likes y los favoritos hacen que produzcamos dopamina, la droga de la felicidad. Así que somos como unas ratitas de laboratorio empujando la palanca para tomar ese veneno delicioso que eventualmente nos matará pero que es adictivo; los periodos de atención cada vez son más cortos y parece que ya no elegimos a qué dedicarle nuestra atención. La gente está leyendo menos, especialmente los más jóvenes, que son consumidores salvajes de videos que no duren más

de dos o tres minutos.

Mientras menos usamos el teléfono, más tiempo tenemos para otras actividades o para estar con las otras personas que nos importan. En lo personal me doy cuenta de que los días en los que estoy más aburrida o sin planes son los que paso más tiempo viendo el celular. Cuando estoy trabajando, nadando, corriendo, cocinando o conversando con alguien en persona, el teléfono deja de interesarme. La cantidad de WhatsApps que podrían haberse ahorrado con una llamada es monstruosa. Resulta que ahora nos incomoda que nos llamen y queremos resolverlo todo con el teléfono. Es nuestra oficina portátil, explicamos a nuestros compañeros de mesa, para poder estar pendientes de la pantalla.

Un antídoto a este fenómeno de atención dispersa podría ser enfocarse en una sola cosa a la vez: Tomar un baño mientras escuchamos música, meditar 20 minutos, escribir una carta, leer un libro a la vez y no picar decenas de artículos de cosas que ni siquiera nos sirven ni nos importan. Sería lindo volver a elegir en qué queremos usar nuestra atención y nuestro tiempo. Cuáles son las cosas que realmente queremos saber y que merecen la pena. El mundo seguirá siendo siempre más interesante que todo lo que hay en un teléfono. Conversar con alguien cara a cara es la experiencia vincular más potente que existe, a años luz de distancia del torpe intento de cuidar una relación con WhatsApps o con facetimes.

La gente se queja cada vez más de su incapacidad para terminar proyectos, de distraerse mucho y no poderse concentrar por periodos largos. Sería interesante hacer el experimento de bajar nuestra interacción con el teléfono a menos de una hora al día y observar qué se gana, qué se pierde, cuánta angustia estamos depositando en él y de qué tamaño es

nuestra dependencia.