Puerto Rico: una revuelta moral

Puerto Rico: una revuelta moral
Por:
  • rafaelr-columnista

La ciudadanía puertorriqueña lleva años acumulando agravios contra la administración del gobernador Ricardo Rosselló. Primero fue la represión de la huelga total estudiantil en 2017, luego el desastroso huracán María, que destruyó  la red eléctrica de la isla y provocó la muerte de cerca de 3,000 personas. En ambos casos el desempeño del equipo del joven gobernador fue negligente y autoritario.

Rosselló es demócrata como su padre, Pedro Rosselló, que gobernó la isla en tiempos de Bill Clinton, y que debió enfrentar las protestas contra la militarización de la isla de Vieques. Ambos pertenecen a la corriente más conservadora y corrupta de ese partido, que proyecta una visión clasista y excluyente de las prioridades del gobierno insular. Una investigación emprendida por el valiente Centro Investigativo de Periodismo, página electrónica que llena los vacíos de la prensa insular, ha develado toda una trama de corrupción, manejo oligárquico y lenguaje sexista y despótico en el gobierno puertorriqueño, que ha catalizado el enojo ciudadano.

En conversaciones de Rosselló y sus colaboradores, filtradas por ese medio, se usaban frases misóginas y machistas contra la popular alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, o contra la concejal de Nueva York, Melissa Mark-Viverito. Ambas políticas han sido sumamente críticas de Donald Trump, desde las elecciones de 2016, y han denunciado la indiferencia con que la administración republicana y el gobierno de Puerto Rico enfrentaron la catástrofe del huracán María.

"El lenguaje de odio que usaba el gabinete de Rosselló contra esas y otras personalidades puertorriqueñas, es una extensión caribeña del propio lenguaje de Trump. Estos políticos demócratas, curiosamente, actúan en su feudo puertorriqueño como Trumps en miniatura"

El lenguaje de odio que usaba el gabinete de Rosselló contra esas y otras personalidades puertorriqueñas, es una extensión caribeña del propio lenguaje de Trump. Estos políticos demócratas, curiosamente, actúan en su feudo puertorriqueño como Trumps en miniatura. No sólo por la retórica sexista sino por un ejercicio patrimonialista del poder que ya registra varios casos de corrupción documentable.

La movilización pacífica de la ciudadanía puertorriqueña en las calles de San Juan, es un espectáculo admirable que desmiente a los más escépticos. El civismo está vivo en una nueva generación de puertorriqueños y puertorriqueñas, en la isla y en la diáspora, que se proponen moralizar la política. No es esta movilización obra de los partidos tradicionales (el Popular Democrático, el Nuevo Progresista, ni siquiera el Independentista) sino de una ciudadanía que asume su propia representación en las calles.

Lo que está pasando en esa isla caribeña califica como una revuelta moral. Jóvenes que han asimilado la nueva filosofía de los derechos humanos del siglo XXI —igualdad de género, derecho de asociación de las alteridades sexuales, activismo de los grupos LGTBIQ, antirracismo, protección del medio ambiente— se lanzan a las calles y exigen la renuncia del gobernador Rosselló. Ya ha renunciado casi todo el gabinete, pero el mandatario se aferra al cargo.

"La movilización pacífica de la ciudadanía puertorriqueña en las calles de San Juan es un espectáculo admirable que desmiente a los más escépticos. El civismo está vivo en una nueva generación de puertorriqueños y puertorriqueñas, en la isla y en la diáspora, que se proponen moralizar la política"

Carmen Yulín en San Juan y Alexandria Ocasio-Cortez en Nueva York son los rostros más visibles de esa revuelta moral. Estas mujeres lideran una presión ascendente a favor de un adecentamiento de la política. No se trata únicamente de la corrección política en el lenguaje, pero las palabras pueden legitimar conductas racistas y homófobas, misóginas y sexistas. Cuando los límites de la decencia verbal son transgredidos, como sucede constantemente en el discurso de Trump, las tendencias más anticívicas de la sociedad civil se fortalecen.

Lo vimos en días pasados cuando en mítines de campaña Trump hizo corear a sus seguidores el grito de “¡Send Her Back!”, en alusión a las congresistas Ocasio-Cortez, Ayanna Presley, Rashida Tlaib e Ilhan Omar. Ni más ni menos un pogromo verbal que recuerda, inevitablemente, al “¡Que se vayan!” de Fidel Castro contra los emigrantes cubanos refugiados en la embajada del Perú, en 1980, que salieron rumbo a Estados Unidos por el puerto del Mariel.