Soberanía bicentenaria

Soberanía bicentenaria
Por:
  • rafaelr-columnista

La ceremonia del Grito de Independencia introdujo novedades que hay que retener. La cobertura en cadena nacional incluyó una historia de la propia celebración que reconoció el papel de Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna y Porfirio Díaz en la liturgia cívica mexicana. El presidente hizo bien en dar vivas, además de a Hidalgo y Allende, Josefa Ortiz y Leona Vicario, a comunidades indígenas y mujeres, a la libertad y la justicia, a la soberanía y la democracia, a la fraternidad y la paz.

En el programa del Sistema Público de Radiodifusión, con intervenciones Marta Terán, Pedro Salmerón, Paco Ignacio Taibo II, Luis Fernando Granados y Lorenzo Meyer, se trasmitió una visión plural y compleja del proceso social, económico y político de la independencia mexicana. Por momentos se usaron términos poco adecuados como “subproletariado” e “identidad nacional”, se recayó en la idea del conflicto como capítulo de la lucha entre buenos y malos (“liberales” y “conservadores”), o se incurrió en una idealización de Miguel Hidalgo y Vicente Guerrero, superada por la historiografía académica.

Aún así, no se ocultaron, como se acostumbra en el discurso político, peculiaridades y contradicciones de la gesta mexicana que desafían por sí solas el relato maniqueo. Por ejemplo, el hecho de que Miguel Hidalgo diera vivas a Fernando VII, que la independencia se hubiera conseguido tras un pacto entre fuerzas insurgentes y realistas, encabezadas por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, o que en los Tratados de Córdoba y el Plan de Iguala se invitase a Fernando VII o algún infante de la dinastía borbónica a ocupar el trono mexicano.

Esta celebración ha sido el disparo de salida para un ciclo conmemorativo que, en buena medida, desembocará en 2021, cuando se cumplirán dos siglos de la consumación de la independencia. Es interesante que a un gobierno de izquierda, tan preocupado por el relato histórico y por su lugar en el mismo, le toque conmemorar una fecha incómoda para el nacionalismo revolucionario como la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821.

Habrá  entonces que recordar que las tres garantías que aseguraron aquel pacto fueron la “unión” entre mexicanos y españoles, la “religión católica” y la “independencia”, entendiendo por esta última la separación de los dos tronos, aunque no la ruptura con España. Y habrá que recordar también que la nación que nacía era llamada “Imperio de la América Septentrional”. Dos hitos que no pueden acreditarse como antecedentes de la Cuarta Transformación.

La independencia consumada, al no lograr la adjudicación del trono mexicano a un príncipe borbón, acabó produciendo el imperio de Iturbide, que fue el primer gobierno propiamente postcolonial. Pero más que un gobierno efímero, aquel desenlace creó una nueva soberanía, a través del primer congreso constituyente, que fue el punto de partida del sistema representativo en México.