Venezuela y la perversión geopolítica

Venezuela y la perversión geopolítica
Por:
  • rafaelr-columnista

Los editoriales muestran que los medios de comunicación globales están tan polarizados como la propia política venezolana. Para Granma, La Jornada o Sputnik lo que sucedió fue que un enésimo intento de golpe de Estado, organizado por Washington, fue derrotado por el gobierno de Nicolás Maduro. Para casi toda la prensa occidental lo que pasó fue una acción más, esta vez, cívico-militar, en la larga resistencia de la oposición venezolana y una parte considerable de la ciudadanía de ese país contra un régimen que consideran ilegítimo.

Los primeros no dudan de la legitimidad de Maduro, aunque tanto la instalación de la Asamblea Constituyente como su última reelección presidencial no respetaran las propias normas electorales del chavismo. Los segundos, en cambio, reconocen a Juan Guaidó como presidente encargado del país, de acuerdo con la interpretación que hace la oposición del texto constitucional bolivariano de 1999. El choque de legitimidades se ha transferido a la arena internacional, pero no desde hace unos días, sino desde que la oposición ganó la mayoría de la Asamblea Nacional en 2015.

Los actores domésticos enfrentados, el gobierno y la oposición, no son homogéneos. Hay un flanco moderado en la oposición que predominó en la lucha cívica del antimadurismo hasta 2018. En aquellos años, la oposición intentó todo: elecciones regionales y locales, interpelación de Maduro en el parlamento, diálogo con representantes del gobierno, aunque también salió a las calles. El nuevo liderazgo de esa oposición es más confrontacional y parte de una premisa irreductible: impugnar directamente la investidura presidencial de Maduro.

“Para casi toda la prensa occidental lo que pasó fue una acción más, esta vez, cívico-militar, en la larga resistencia de la oposición venezolana y una parte considerable de la ciudadanía de ese país contra un régimen que consideran ilegítimo”

La radicalización de las fuerzas opositoras lleva al choque de trenes actual, pero, de algún modo, empareja el maximalismo: Maduro buscó aniquilar a la oposición desde 2015; ahora la oposición quiere derrocar a Maduro. El extremismo se ha desplazado, finalmente, a la esfera internacional y hoy tenemos a John Bolton y a Mike Pompeo alardeando con una intervención militar y a Serguei Lavrov y Dmitri Peskov advirtiendo que si Estados Unidos invade habrá “consecuencias graves”. El tema venezolano se ha instalado, abiertamente, en los gabinetes de seguridad de Estados Unidos y Rusia.

La única manera de distender el conflicto es sobre la base de un tránsito pacífico interno, articulado en torno a un nuevo proceso electoral. ¿Pero es eso suficiente o deseable para los actores nacionales y globales involucrados? Parece que no. Cuando vemos que Mike Pompeo y Elliot Abrams negocian en el Kremlin una salida de Nicolás Maduro o que John Bolton promete inmunidad a militares venezolanos a cambio de reconocer a Guaidó es preciso convencerse de que la democracia venezolana es más pretexto que finalidad.

“El choque de legitimidades se ha transferido a la arena internacional, pero no desde hace unos días, sino desde que la oposición ganó la mayoría de la Asamblea Nacional en 2015”

Trump ofrece al gobierno cubano que deje de apoyar a Maduro a cambio de una flexibilización de la Ley Helms-Burton, que acaba de activar en su totalidad, y Bolton y Pompeo ofrecen a Putin una “buena relación bilateral” a cambio de sacrificar a Maduro. Lo que no sabemos, pero podemos imaginar, es qué ofrece Maduro a Moscú y a La Habana a cambio de que lo sostengan militar, diplomática y mediáticamente. En este último rol, el mediático, el estilo es tan arcaico como cínico: denunciar al “imperialismo yanqui”, pero justificar el intervencionismo ruso a toda costa, como en el viejo verano de 1968 en Praga.

La geopolítica ha sido siempre así despiadada, antes, durante y después de la Guerra Fría. Pero en el siglo XXI llega a un grado de perversión inédita, al punto de que no es insólito que Putin ayude a Trump a llegar a la presidencia de Estados Unidos para que, luego de colaborar en una invasión a Siria, ambos mandatarios se enfrenten por el destino de un dictador caribeño como Nicolás Maduro. Ni la soberanía ni la democracia son principios absolutos para unos y otros: todos los intervencionismos debieran ser deplorables.