CRÓNICA: Del primer día... del primer Congreso de la CDMX

CRÓNICA: Del primer día... del primer Congreso de la CDMX
Por:
  • carlos diaz

Como el primer día de clases. Todos ahí... y con los zapatos boleados. Tienen techo y comida. Sobre todo techo... ah qué techo. El mismo que contempló a Porfirio Díaz dando su último informe de gobierno en abril de 1911... un mes antes subirse al Ypiranga con destino a su tumba en París. Nada qué ver, con lo de ayer. Pero el espacio, como quiera, algo impone.

Será por eso que reinaba algo parecido al respeto entre los diversos. El original mobiliario, alumbrado por el colosal candil de las mil luces, al que le prenden todos los focos.

No podía ser de otra manera. No ayer.

Y sobre las curules, 66 diputados y al frente de ellos en su antiguo pupitre de madera... 66 celulares. Y sobre ellos... 66 pulgares deslizándose, una y otra vez.

Es la instalación del primer Congreso de la Ciudad de México... y ahí, para efecto de los futuros libros de texto gratuito --que siempre escriben los vencedores-- están los titulares de la Primera Legislatura.

La cuenta final suma 37 de Morena, 11 del PAN, 6 del PRD, 6 del PRI, 3 del PT, 2 del Verde y 1 del PES.

El día inicia con la Mesa de Decanos... los decanos del pelo oscuro. Y el primer pase de lista y la toma de protesta a los nuevos legisladores: “... si no lo hacen así, que el pueblo se los demande”.

Ninguno se preocupa. Una mayoría no contiene la consigna... “¡Es un honor estar con Obrador!”; extrañan la campaña.

Suenan raras estas loas, el mero día que estrenan una Constitución que quiere sepultar las tutelas que ejercían los presidentes sobre aquellos regentes... “regente quiere decir, el que ejerce en nombre del rey”, recuerda un orador.

Pero sigue lo que sigue... otra vez el pase de lista. Ninguno se escapó. “¡Hay quórum!” Luego, la votación por la Mesa Directiva. Aplausos acá, silencios allá. Se celebra la entrega de la Constitución original de la Ciudad de México.

En sus posicionamientos, los representantes de cada partido ofrecen estrechar manos. Y se ponen literarios. Lo mismo citan al poeta guanajuatense del siglo XIX Antonio Plaza, que al novelista colombiano Gabriel García Márquez.

Hay de todo... pocas canas. Otros tienen sus historias... alguno entregándole a Brozo los videos filtrados de Ahumada retacándole a Bejarano las maletas de dinero en efectivo.

Alguno más, como el ex delegado de Tláhuac, donde operaba impunemente un narcomenudista al que apodaban El Ojos, abatido hace un año por la Marina en un mega operativo... del que no le avisaron.

Pero que ganó su curul legalmente, con varios amparos en la bolsa.

Llaman la atención chavas jóvenes... dos o tres parecen veinteañeras listas para comerse el mundo.

No hay glamour, acaso un par de legisladoras, y un póker de legisladores que son... Totalmente Palacio.

A ojo de buen cubero, una tercera parte de los diputados parecen discretas aves lampareadas; un segundo tercio, tiene idea.

El resto, va a rasgar las pulcras alfombras color tabaco, mientras caminan. Con los colmillos, sí. Para qué poner nombres... matamos el juego que juegan conforme todos siempre, tarde o temprano, se van descubriendo.

Al igual que en el Senado, al igual que en la Cámara de Diputados... se hace sentir lo que se quiere hacer sentir. Acá, con más mano izquierda... casi con dulzura:

“No vamos a repetir el agandalle que antes hemos padecido... mandamos obedeciendo... pero se terminará con la vergüenza de haber sido el parlamento más caro del mundo... sólo si se oponen a aquello que beneficie al pueblo, usaremos la mayoría”

Otros en sus discurso, ya han celebrado el honor de ser oposición. Son los menos.

Los más... son los más.