Paga por tener un empleo

Paga por tener un empleo
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Por Mael Vallejo

Ha recibido tal cantidad de rechazos, malas ofertas, intentos de fraudes y demás malas experiencias, que Juan Carlos ya decidió no buscar trabajo por su cuenta y lo dejó en manos de una empresa de contrataciones. Aunque ésta le cobrará una comisión cuando le asigne un empleo, para él la búsqueda de un año le ha significado gasto de dinero y de tiempo.

Juan Carlos egresó hace un año de la carrera de Diseño Industrial. Mientras estudiaba realizó prácticas profesionales, pero cada seis meses las empresas renovaban a quienes las realizaban. Aunque intentó quedarse en una de las compañías, no lo consiguió.

Al salir de la universidad comenzó el vía crucis. Sin tener un cálculo exacto,

señala que ha entregado currículum y ha acudido a entrevistas en al menos 35 empresas, algunas ni siquiera ligadas con lo que estudió. Pero en donde las condiciones de trabajo eran buenas, no lo aceptaron, y en otras los salarios son muy bajos.

Incluso en una, donde parecía marchar bien el proceso, lo acabaron estafando. Le dijeron que debía pagar un “curso de capacitación” y que con ello tendría asegurado el puesto. Pero después de pagar dos mil pesos por el curso, se negaron a aceptarlo. Acudió en cinco ocasiones a intentar recuperar su dinero u obtener el puesto, incluso amenazó con demandarlos, pero no consiguió nada.

Después de todas las citas a las que acudió, donde le negaban el ingreso a un trabajo por carecer de experiencia, por no contar con estudios de posgrado o incluso por estar “sobrecalificado”, decidió dejar todo en manos de una empresa de contrataciones profesional.  Su currículum también se encuentra en al menos seis páginas de internet gratuitas dedicadas a enlazar a patrones con empleados.

Ahora trabaja en la empresa de su papá, que se dedica a manufacturar cierres y botones, mientras espera que una compañía le abra un espacio donde poder desarrollar lo que aprendió en los nueve semestres que duró su carrera.

Con su padre se dedica a labores administrativas, lo cual no le satisface, aunque reconoce que ya se había cansado de que le cerraran la puerta en otros sitios.

Afirma que no es el único de sus amigos o compañeros de estudio que está en la misma situación, y que hay muchos que están laborando en bancos, como meseros o con sus papás.

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