20 años de la CDHDF

20 años de la CDHDF
Por:
  • larazon

Luis de la Barreda Solórzano

Ni en mis más ambiciosos sueños había imaginado que sería el presidente fundador de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), privilegio que nadie más podrá disfrutar.

Las comisiones públicas de derechos humanos surgieron con una misión de la mayor importancia: combatir los abusos de poder de los servidores públicos.

La primera de ellas, la nacional, se instauró en medio de un enorme escepticismo, pero su primer titular, Jorge Carpizo, en poco tiempo se ganó la confianza de los ciudadanos de la única manera en que podía ganársela: con resultados. El más joven de esos organismos es precisamente el de la capital de la República, dado a luz hace 20 años. El primer Consejo de la Comisión fue espléndido: lo integraron personajes del mayor prestigio —escritores, académicos, una legisladora—, ninguno de ellos experto teórico en la materia pero todos convencidos de la bondad de la causa y muy comprometidos con los afanes de la nueva institución. Por ser el fundador, me tocó elegir a cada uno de mis colaboradores, lo que hice con toda libertad y con el mayor de los cuidados: amigos de capacidad, honestidad y entrega probadas, y ex alumnos idealistas, estudiosos, ilusionados. Al principio el equipo era muy pequeño; fue creciendo poco a poco, a medida que aumentaban los expedientes, pero nunca rebasó los 300 miembros.

Actuamos, en cada caso, con escrupuloso profesionalismo y plena autonomía. Por una recomendación nuestra se llevó a cabo el primer juicio por tortura en nuestro país ––al que siguieron otros varios, también por nuestra intervención—, el cual concluyó en sentencia condenatoria. Por recomendaciones de la Comisión se abrió el primer albergue de la ciudad para mujeres maltratadas, se facultó a los jueces para prohibir al agresor que se acercara a las víctimas en casos de violencia familiar, dejó de exigirse para conseguir trabajo en dependencias públicas el examen de detección del sida y específicamente a las mujeres el certificado de no gravidez, se ejercitó acción penal contra 30 policías involucrados en ejecuciones, el Nacional Monte de Piedad redujo el monto del interés prendario, se consiguió que el Ministerio Público ejercitara acción penal en miles de indagatorias que tramitaba con negligencia y se logró la libertad de inculpados por falsas acusaciones —el peor delito que la infamia soporta, por decirlo con palabras de Borges—.

El caso de los acusados por el homicidio del conductor de televisión Paco Stanley —cuya sucia trama fue descubierta por la CDHDF— dejó una lección.

El PRD y su periódico afín habían considerado admirable la actuación de la Comisión; a partir de entonces nos trataron como enemigos. Es que combatimos con la misma determinación los atropellos de los gobiernos priistas que los de los perredistas: un ombudsman auténtico no tiene banderías partidarias.

Desde hace dos décadas los capitalinos cuentan con un defensor que ha generado una auténtica revolución cívica en virtud de la cual muchas víctimas de tropelías gubernamentales en lugar de una actitud de resignación resentida han ejercido el coraje activo.

La vida me ha dado otras grandes satisfacciones profesionales; pero mi corazón quedó anclado en mis días en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.

lbarreda@unam.mx