¿Arrogantes periodistas?

¿Arrogantes periodistas?
Por:
  • larazon

Allá en la vieja escuela de periodismo, un maestro nos hacía subir a un púlpito en un templo vacío o hablar desde una cabina de radio o televisión fuera de aire. Debíamos simular y aprender cómo los medios de comunicación ejercerían poder en la nueva sociedad del siglo XXI.

La realidad ha superado lo que estudiamos. Con la masificación de la sociedad moderna, la mayoría de ciudadanos se sienta pasivamente ante un televisor, una radio, una computadora, un celular y (una minoría, ante un periódico o revista.

Los comunicadores informamos e interpretamos lo que ha sucedido, lo jerarquizamos e inducimos a conocer al público el significado de los acontecimientos. Así, por ejemplo, en lugar de informar el 2 de enero cuántos niños de la calle pasaron el año nuevo sin cobijas, ponemos en primera plana, en la cabeza de noticieros o página de internet, el escándalo provocado por una cantante dentro de un avión. La agenda mediática e intereses económicos lo ordenan y el morbo produce ventas…

Nos subimos y le quitamos el escritorio al maestro, el púlpito al pastor, al cura o rabino: somos dueños mayoritarios de la información, opinión, formación de cultura e inducción de valores. Nos asumimos más importantes que la SEP o que los padres de familia, creemos ser los nuevos conductores de esa moderna sociedad. Con frecuencia, los políticos construyen sus acuerdos con base no en la demanda de sus representados, sino de la “comentocracia”: caer en desgracia ante un medio de comunicación, columnista o conductor de programa puede ser peligroso.

Y en nuestro pedestal sobre el cual hablamos “ex-cátedra” los comunicadores hemos ido subiendo: hay quienes tenemos una columna y programa radio-televisivo todos los días. ¡Y opinamos de todo! … Con honrosas excepciones, informar e interpretar de todo de forma inmediata, nos hace poco serios y a veces hasta injustos. Ganamos oportunidad, perdemos objetividad. Comunicador podría convertirse en sinónimo de una persona superficial.

Nosotros, los nuevos predicadores, los ayatolas de los medios, nosotros, los (las) arrogantes comunicadores (as), hemos desplazado a los estudiosos y modestos maestros e investigadores de las universidades, a los profesionistas privados experimentados o servidores públicos especializados, incluso a científicos con reconocimiento mundial.

¿ Acaso sería idealista que a los comunicadores nos pidan un baño fresco de ética, deontología, teleología o menos arrogancia y más humildad para el año 2010? Una reflexión ya se está imponiendo a nivel mundial impulsada por la ONU y UNESCO: la libertad de prensa es condición de la democracia moderna. No a la censura. Viva la libertad de expresión. Viva también una política pública educativa y de comunicación social, que forme ciudadanos libres, con capacidad de análisis crítico frente a los mismos medios, ciudadanos pensantes que puedan decir: hoy no me acercaré a la televisión, periódico, radio, internet o celular. Voy a leer un libro, reflexionar, convivir con mi familia y amigos, haré deporte o simplemente algo diferente.