Creer a las víctimas

Creer a las víctimas
Por:
  • valeria_lopez_vela

Denunciar actos de abuso, hostigamiento o acoso sexual no es sencillo. Sin que importen los estereotipos sociales ni los sistemas legales, no hay vía conocida de tránsito que evite la retraumatización y la revictimización de las víctimas.

El caso más reciente es el de Christine Blasey Ford, reconocida profesora de psicología en la Universidad de Palo Alto, California. El domingo pasado, la Dra. Blasey Ford dio una entrevista al Washington Post, en la que relató el momento en que el juez Brett Kavanaugh —nominado a la Suprema Corte— intentó abusar sexualmente de ella.

Inmediatamente, los representantes del discurso antiderechos salieron a hacer lo único que saben: descalificar, revictimizar, retraumatizar a la víctima. Para ello, utilizaron una estrategia que vale la pena desenmascarar. Me detengo en la lógica perversa para que la próxima vez, sin que importe quién sea la víctima ni el puesto que está en juego, sepamos reconocer la mecánica de la descalificación que suelen utilizar los antiderechos.

El primer paso es negar contundentemente la acusación. Sin que cuenten las evidencias, las declaraciones o las pruebas.

En el segundo momento, se debe revertir el foco de atención hacia la víctima, a la que ya se ha dominado con anterioridad, así que ya sabe que conoce sus vulnerabilidades. Para hacerlo, use datos personales de la víctima. Aunque, mejor aún, eche mano del invaluable arsenal de prejuicios que lo respaldan; lucre con los estereotipos; distraiga con información falsa sobre acusaciones falsas.

Finalmente, victimícese: saque de contexto el lenguaje de los derechos, diga que se ha mancillado su derecho a la intimidad; hable de usos y costumbres. Muestre al público cuán difícil ha sido ser presa del resentimiento por el simple hecho de dormir en la cuna del privilegio.

Hay, además, algunos aspectos a considerar: si la acusación es anónima: desestímela como poco confiable. Si la acusación es personal: desestímela diciendo que la víctima sólo quiere atención y fama. Si hay varias personas que lo acusan: diga que se trata de una venganza por celos personales o profesionales.

Si hay un lapso importante de tiempo entre los hechos y la acusación, cuestiónela preguntando ¿por qué denuncia hasta ahora? Pero si la acusación es inmediata debe aniquilarla mediante un asesinato moral: acabe con la reputación de la víctima utilizando todo lo que tenga  a su alcance; use datos familiares, de salud, de educación, relaciones pasadas y hasta la filiación política.

Así, las huestes republicanas se valieron de varias de estas viles estratagemas y no dieron oportunidad a Christine Blasey Ford: a pesar de la credibilidad de una psicóloga experta o de las evidencias de la terapia. Para los republicanos, Kavanaugh es el candidato inmaculado a ocupar la silla del “justice” Kennedy, sin que importe nada más. Frente a esta cerrazón, no cabe duda de que estamos viendo a hombres, ricos, blancos y educados defender las prácticas que desde hace décadas denuncia el feminismo.

No niego la presunción de inocencia ni el debido proceso al juez Kavanaugh. Sin embargo, la retórica de la descalificación que utilizan sus defensores complica el camino para un juicio justo, tanto para él como para Christine Blasey Ford.