Cuba: los dilemas de la oposición

Cuba: los dilemas de la oposición
Por:
  • armando_chaguaceda

Opinar sobre la oposición cubana desata pasiones. Según algunos, sólo cabe la solidaridad acrítica con quienes, en las condiciones de una autocracia cerrada, defienden los derechos humanos de sus conciudadanos. Para los difamadores del gobierno, los opositores son mercenarios de EU, huérfanos de apoyo popular. Entonces, parece imposible hablar a sobre la oposición cubana sin ser regañado. Pero lo haré, con los recaudos de quien no comparte su riesgo cotidiano sufre limitaciones de información y sesgos profesionales.

La oposición cubana es, en esencia, lo que puede ser; dadas las condiciones en que lucha y donde, por mérito propio y mal gobierno ajeno, sigue creciendo. En otro contexto —descriminalizada, con libertad de prensa, manifestación y organización— disputaría el poder. Dentro de sus filas hay mucha gente íntegra y sagaz; tantas que la presencia de arribistas e infiltrados no aborta la razón de ser del disidente. Lo que sólo ocurrirá cuando desaparezca esa anomalía geopolítica que es el régimen cubano.

Pero si apoyamos su lucha es saludable también pensar cómo podrían hacerlo mejor. Porque eligen valerosamente actuar en condiciones no ideales, de cara al relevo presidencial del 2018, la oposición necesita construir una agenda y organización común. Superando recelos y competencias para poder desafiar la fuerza del gobierno. Sin diluir ideologías, pero reconociendo objetivos comunes: ya podrán competir y debatir entre sí, en democracia.

Se impone redefinir el equilibrio entre la difusión de sus ideas —en medios alternativos y foros internacionales— y el urgente trabajo de acompañar, y sumar, a la gente concreta en barrios y penurias cotidianas. La labor en comunidades no debe enfocarse sólo en lo electoral, sino también en apoyar a trabajadores, desempleados y vecinos carentes de servicios, ingresos y oportunidades decentes. La experiencia, modesta pero positiva, de organizaciones que han atendido esos problemas salta a la vista.

Considerando sus limitados recursos y la magnitud de las tareas que afrontarán en el año y medio que resta para las elecciones generales, cierto exceso de viajes está distrayendo a parte del liderazgo opositor. Hay que ir (bien preparados) a la CIDH o la ONU, pero el rédito de ser observadores en elecciones foráneas -en condiciones diferentes a las que enfrentarán en la Isla- no es convincente. Es preferible enfocarse en el trabajo con organizaciones de derechos humanos del continente, incluidas aquellas que acompañan diversas luchas sociales. Y la ley vigente debe difundirse tanto como la Declaración Universal de Derechos Humanos, esgrimiéndose frente a quienes la violan.

En suma: (mayor) concertación y activismo interno; (mejor) presencia exterior y uso de las leyes y recursos para enfrentar al poder y conectarse con la población. Sin eso —y reconociendo las dificultades de una recrudecida represión— la apuesta por #Otro18 no detonará la democratización en la isla.