El alto costo de la democracia

El alto costo de la democracia
Por:
  • larazon

Salvador del Río

La lleva fácil, mi candidato,

no tiene oponente para

las elecciones.

Cómo que no. Y el pueblo, ¿qué?

Anecdotario de la picaresca política

Guardaespaldas, garde de corps, fierabrás o pistolero, la seguridad a sueldo es uno de los oficios más antiguos de la Humanidad. El guarura, con o sin connotación peyorativa, cobra en el lenguaje coloquial de México categoría de institución como protección necesaria ante los riesgos inherentes a toda forma de poder.

La seguridad es una industria que requiere especialización, destreza y cuantiosas inversiones y cuya aplicación, en los tiempos de zozobra colectiva que vive México, se suma ahora a la tarea de garantizar la celebración de uno de los ejercicios determinantes de la democracia como es la expresión de la voluntad popular mediante el voto ciudadano. Las campañas políticas y los procesos mismos de las elecciones del próximo 7 de junio estarán protegidos por fuertes dispositivos, inéditos, de seguridad para partidos y candidatos ante el temor de ataques para impedirlos.

Elemento indicativo de la democracia, el voto en México resulta uno de los más caros del mundo: el costo unitario de cada sufragio se sitúa en poco más de 17 dólares, muy por encima de los estándares internacionales.

Al presupuesto del Instituto Nacional Electoral, que en 2015 será de más de 18 mil millones de pesos, se suman otras erogaciones tanto del Estado como del sector privado que en conjunto representan los recursos que la sociedad entera aporta para el desarrollo y la consumación de las elecciones.

A diferencia de otros países, el costo de los procesos electorales recae fundamentalmente en el erario, estatal o federal. Mientras que en naciones como Estados Unidos las campañas políticas son financiadas con recursos propios de los partidos y con las aportaciones de simpatizantes y adherentes, en México es el Estado en quien recae el grueso del gasto destinado al voto. Las elecciones en México son además de una de las más costosas en el mundo, también unas de las más vigiladas como producto de la desconfianza y el fraude inveterado que las ha acompañado.

Habría que preguntarse a quién temen las dirigencias de los partidos políticos y los propios aspirantes a cargos de elección popular cuando demandan —y obtienen— protección para sus campañas. ¿Al pueblo a quien se solicita, o al rival político a quien se denuesta y descalifica, se insulta y se agrede en vez de acudir a la propuesta honesta? ¿A la terrible ola de inseguridad que el Estado no es capaz de reducir?

Tomada la decisión de dar seguridad a los candidatos y a los propios partidos, se escuchó la voz del dirigente de uno de ellos —Luis Castro Obregón, de Nueva Alianza—, quien sostiene que antes de brindar seguridad a los políticos, el gobierno debería garantizarla a los ciudadanos. El voto es, o debería ser, un acto producto de la convicción cívica de participación. Exigirlo por medio de la coacción o la compra de voluntades resulta tan contrario a la democracia como tratar de impedirlo. Votar es un derecho que el ciudadano debe ejercer en plena libertad, entre otras razones por el elevado costo que representa para cada uno de los habitantes del país. La democracia no debe ser inducida ni su ejercicio objeto de presiones o intereses inconfesables.

 Gazapos. Las palabras tienen origen, historia y permanencia según las funciones que cumplen. Hay una, a la que se alude en este espacio, que como otros neologismos o mexicanismos alguna vez será aceptada por el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Guarura, las más de las veces empleada en tono despectivo, peyorativo, pero que define con precisión el concepto que expresa, es una de ellas. En el idioma yaqui, hablado por los grupos étnicos de Sonora y una parte de Arizona en Estados Unidos, guarura significa amigo. Se puso en boga entre los elementos de seguridad tras escucharlo de los habitantes que solicitaban audiencia en una de las giras del presidente Adolfo Ruiz Cortines. Se convirtió así en una especie de santo y seña. “Déjalo pasar, es amigo, es guarura”, repetían los guardias al comprobarlo. Guarura es, pues, una palabra nueva, incorporada ya al idioma coloquial que no ofrece duda alguna en cuanto a su significado.

srio28@prodigy.net.mx