El clan de los Mouriño

El clan de los Mouriño
Por:
  • larazon

Raymundo

 PRIMER TIEMPO: ¿Asunto político? No, pero sí, pero no, pero… Los guardianes del Presidente salieron a dar la cara. La investigación contra Oceanografía no tiene fondo político, ni apunta a los ex presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón, dijo el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. “Es un asunto entre particulares”, redondeó el secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Los dos tienen razón… hasta este momento. Oceanografía fue denunciada por Banamex porque le dio facturas falsas para garantizar créditos, lo que mantiene todo en el ámbito privado. Pero en la PGR ya tienen su primera lista de sospechosos. Sus ministerios públicos están interrogando a directores de la Subdirección de Mantenimiento y Logística, de Pemex Exploración y Producción, la ventanilla por donde Oceanografía hacía sus negocios, y tienen bajo fuerte sospecha a Mario Ávila Lizárraga, un político campechano protegido por la familia Mouriño, que fue su cabeza por dos años. En 2008, el entonces secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, que decía en privado que no podría aspirar a la candidatura presidencial porque le iba a pesar mucho el haber nacido en España, aspiraba a la gubernatura de su estado. Murió antes en un accidente de aviación, por lo que su padre y su hermano, Carlos llamados ambos, le pidieron la candidatura del PAN al entonces presidente Felipe Calderón. Ávila Lizárraga, muy mal visto en el grupo político de Juan Camilo por considerarlo incompetente, perdió las elecciones ante el priista Fernando Ortega Barnés en 2009, pero los Mouriño lo siguieron arropando y le pidieron a Calderón que lo nombrara en esa subdirección de PEP. “Calderón no quería, por los antecedentes de Ávila, pero le pesaba mucho (la muerte de) Juan Camilo”, recordó un ex colaborador en Los Pinos. El director de Pemex, Juan José Suárez Coppel, el de PEP, Carlos Morales Gil, y el sindicato petrolero, se opusieron a la designación durante casi nueve meses, hasta que finalmente, la orden fue vertical: se queda y lo nombran. Hubo fiesta en la casa de la familia Mouriño. Su casi edecán, había sido encumbrado a una área de interés para ellos. Los Mouriño tenían 40 gasolineras, una empresa de transporte y pipas, y fuertes relaciones con la industria petrolera en España. El círculo se cerraba.

 SEGUNDO TIEMPO: Todo queda en la familia campechana. Ex presidente del PAN en Campeche, ex candidato a la gubernatura de ese estado, y ex subdirector de Mantenimiento y Logística de Pemex Exploración y Producción, Mario Ávila Lizárraga, es por donde se puede desmadejar el hilo de la presunta corrupción en la empresa paraestatal durante dos presidencias panistas. Ávila Lizárraga dejó ese cargo el 1 de diciembre de 2012, al asumir Enrique Peña Nieto la Presidencia, y tras las primeras auditorías en esa área se le empezó a ver como una ave de cuenta. Ávila Lizárraga, que dirigió una de las áreas más sensibles del gobierno, por donde pasan a evaluación y aprobación algunos de los más grandes contratos de Pemex, fue impuesto por el presidente Felipe Calderón, y fue el primero en ese cargo que carecía de experiencia petrolera —lo suyo era la distribución de autos—, como una concesión a la familia Mouriño. Pero los Mouriño no habían crecido al abrigo de Calderón, que desde 2000 encontró en el joven Juan Camilo su alter ego. El jefe del clan, Carlos Mouriño, tenía una vieja relación de amigo con Vicente Fox, por su origen español, y fue el coordinador regional de su campaña presidencial, que cristalizó con el crecimiento de sus negocios petroleros que lo sacó de la bancarrota y creó un pequeño imperio político y empresarial. Los Mouriño hacían y deshacían en Campeche lo que querían durante el panismo, y la muerte de Juan Camilo no los afectó. Lo que sí les cambia la vida es el escándalo de Oceanografía, cuyo dueño Amado Yáñez Osuna, paseaba en sus aviones a su incondicional Ávila Lizárraga y lo llevaba al Superbowl y la Eurocopa. Seducción productiva. Licitaba buques en Pemex en 30% más bajo el costo que sus competidores y luego metía sobreprecios en los servicios de cubierta, bajo la mirada de la subdirección encargada de vigilar y regular. Los contratos de Pemex le permitían buscar créditos, como los casi 400 millones de Banamex, con facturas falsas. El modus operandi había sido el mismo durante casi una década, que sólo no vio quien cerró los ojos.

 TERCER TIEMPO: Los aviones de la ignominia. Oceanografía se ha vuelto un nombre maldito, donde nadie quiere estar asociado a la empresa, intervenida por el gobierno federal porque sus propietarios, Amado Yáñez Osuna y Mario Díaz Álvarez, están metidos en un problema legal por haber buscado créditos en Banamex con documentos apócrifos. El litigio se mantiene en el ámbito —aún— de dos entidades particulares, pero el deseo de que no camine a trompicones hacia lo político es un mero deseo. El líder del PAN con licencia, Gustavo Madero, ya lo probó. Lleva una semana metido en una balacera mediática porque se publicó en la prensa una fotografía de él a bordo de un avión Learjet de Oceanografía, en compañía de Ileana Herrera Pérez, secretaria general del PAN en Ciudad del Carmen, y para salvar cara tuvo que quemar a su aliado en el estado, Jorge Rosiñol Abreu. Fue él quien rentó el avión de Oceanografía, dijo Madero. Cierto. Yáñez Osuna hacía relaciones públicas, con un servicio de cuatro taxis aéreos que utilizaban, rentado o prestado, políticos de todos los partidos. En ellos viajaban miembros de la familia Mouriño, que en las primera década del siglo convirtieron a Campeche en su feudo político. No fueron los únicos políticos, claro, que aprovecharon el servicio de Oceanografía. Vicente Fox y Felipe Calderón también los usaron como candidatos presidenciales. Al primero nunca le preocupó recurrir a este tipo de servicios; el segundo siempre fue mucho más cuidadoso con ese tipo de atenciones. Pero finalmente, amigos de sus amigos fueron más poderosos en el balance final, que hoy debe lamentar Calderón al haber tenido una debilidad de carácter con Juan Camilo. Fox, aún no lo procesa.

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