El nuevo sistema de partidos en México, una primera lectura

El nuevo sistema de partidos en México, una primera lectura
Por:
  • horaciov-columnista

Los resultados de la jornada electoral del 1 de julio reconfiguran, como es natural, el sistema de partidos en México. El estudio de los partidos políticos es relevante porque, le pese a quien le pese y no obstante su desprestigio, seguirán siendo actores fundamentales de la democracia.

Partidos nominales, efectivos y los que salen del sistema. Los politólogos solemos hacer ejercicios numéricos sobre los resultados y el acceso a cargos de elección. Desde 1988 fue progresivamente consolidándose un sistema de tres partidos predominantes (PRI-PAN-PRD) y hasta once partidos nacionales. Ya desde 2015, que ingresó Morena de manera exitosa a la competencia electoral federal, cualquier índice determinaba en cuatro el número efectivo de partidos. Tras los resultados del 1º de julio, todo parece indicar que Nueva Alianza y Encuentro Social, perderán su registro como partidos políticos nacionales.

Nuevos roles y desafíos. A pesar de su presencia y crecimiento en algunas regiones del país, Morena no había ganado ninguna elección relevante, esto es, las gubernaturas en juego entre 2015 y 2017. El aplastante resultado de 2018 lo pone a las puertas de convertirse en un partido hegemónico. Si bien todo puede ser sujeto de comparación, me parece exagerado e impreciso igualar a Morena con lo que fue el PRI o sus versiones anteriores, surgidas hace casi noventa años. Los partidos políticos suelen depender del envión que les da el liderazgo de sus fundadores. Morena aquí es un ejemplo de libro de texto. En ese sentido, la tentación de no poner límites entre el partido y el gobierno (a la vieja usanza del PRI) está muy presente. Morena se ha movido entre partido antisistema y movimiento social de manera exitosa –así lo demuestran los resultados del 1º de julio-, pero ahora uno de los principales desafíos, además, por supuesto de hacer un gobierno bien evaluado, será la institucionalización del partido, más allá de su caudillo.

El PRI es el gran perdedor de la contienda. Cuando perdió por primera vez la Presidencia en 2000, mantuvo un peso relativo por su posición en el Congreso y su mayoría de gobernadores. Ahora el panorama es radicalmente distinto: perdida la Presidencia, las gubernaturas en disputa, así como un aplastante retroceso en los cargos municipales y congresionales locales y reducido a quinta fuerza electoral en el Congreso, el partido que nació para ser gobierno y durante décadas fue la fuerza hegemónica, tendrá que asumir el rol de oposición testimonial.

El PAN quedó reducido en su fuerza electoral, a pesar de que en las gubernaturas dio la pelea: perdió Veracruz, mantuvo Puebla y Guanajuato y sumó Yucatán. Dividido internamente, tendrá como inmediatos desafíos superar las fracturas y definir el tipo de oposición frente al nuevo gobierno. La pérdida del PRD también es significativa, de la que dan cuenta las tres gubernaturas que le arrebató Morena (Tabasco, Morelos y CDMX). En estos dos casos, la constitución del Frente –que no fue mala idea en 2016 y 2017- ha sido señalada como una de las explicaciones del retroceso electoral.