#FuerzaMéxico: a un año del sismo

#FuerzaMéxico: a un año del sismo
Por:
  • eduardon-columnista

A Maru Maru, por los enormes sacrificios

y el más grande esfuerzo del último año

El próximo miércoles se cumple un año del sismo del 19 de septiembre que afectó al centro del país —a los estados de Morelos, Puebla y la Ciudad de México, principalmente— y el cual dejó a su paso caos, destrucción y la pérdida de 369 vidas humanas, de acuerdo con cifras oficiales.

A un año de distancia, el sismo no ha dejado de ser tema de conversación recurrente: relatar los acontecimientos vividos en el momento preciso de la catástrofe y las horas que le siguieron; hacer un recuento de las afectaciones sufridas y la manera en que se ha hecho frente a las mismas; o reflexionar sobre los cambios provocados por el trágico suceso. Un año que transcurrió como agua, pero a lo largo del mismo los estragos —físicos y psicológicos— no se dejaron de sentir, sino todo lo contrario, perdurarán por muchos años más;

Por lo que respecta a las autoridades —de los tres niveles de gobierno—, su labor no ha estado a la altura de lo acontecido y ha sido desordenada y cuestionable, por decir lo menos. Los censos de daños no fueron exhaustivos —lo que excluyó a un sinnúmero de afectados de poder recibir apoyo alguno—; los apoyos no llegaron como debieron —en el mejor de los casos, se recibió algo; en muchos otros, simplemente nada— y la rehabilitación o reconstrucción de inmuebles ha avanzado a cuentagotas.

Por otro lado, como es lastimosamente característico en este tipo de tragedias, los actos de corrupción de los que se tiene registro han sido numerosos: desvío de recursos para fines electorales, clonación de tarjetas prepagadas, suplantación de identidades para recibir apoyos, padrones de beneficiarios inflados con familiares de autoridades o con gente que no resultó afectada, constructores que recibieron recursos y dejaron las obras a medias; o, simplemente, apoyos que nunca llegaron. Todo ello aunado a la impunidad en el deslinde de responsabilidades en diversos casos; el Colegio Rébsamen o el Tec de Monterrey, por mencionar algunos.

Pero si algo positivo puede rescatarse de esta tragedia, es el enorme esfuerzo y solidaridad desbordada de miles para ayudar al prójimo, experimentados fugazmente en las horas y días posteriores al sismo. Tristemente se requirió de una catástrofe para poder desencadenarlo, pero, al menos por unos instantes, fue posible presenciar una muestra de lo mejor de la sociedad mexicana en su conjunto y del enorme poder que tiene cuando se encuentra unida en torno a un mismo objetivo. Y es ese mismo esfuerzo del que todo el que resultó afectado, el que ha valido —ahora, de manera individual— para salir adelante y superar los estragos de la tragedia, porque la vida sigue.

Quizá lo que queda ahora en nuestras manos es resistirnos al olvido: no olvidar a las víctimas, no olvidar lo insignificantes que somos ante los embates de la naturaleza, no olvidar de lo que somos capaces de hacer cuando estamos unidos —como sociedad y, en especial, como mexicanos—; y no olvidar que no hay nada más valioso en la vida que la vida misma.