Graffiti: La agresión tolerada

Graffiti: La agresión tolerada
Por:
  • Gabriel-Merigo

No hay camino para la verdad, la verdad es el camino.  Mahatma Gandhi

El graffiti se ha convertido en un serio problema urbano en los últimos tiempos, aunque esta práctica ha estado presente desde épocas remotas, pues ya desde entonces el hombre primitivo pintaba en sus cavernas escenas de la vida cotidiana. En Grecia y Roma antiguas también los pobladores hacían uso de las paredes en sus ciudades para escribir mensajes.

Incluso hoy en día en las excavaciones de Pompeya se pueden apreciar todo tipo de escritos y dibujos con distintos motivos grabados en los paramentos de la ciudad. En la época moderna, en los años cuarenta, el nazismo intimidaba a la población europea también pintando en las paredes, en este caso consignas contra los judíos. Más tarde, la Ciudad de México en los años de protesta de los estudiantes, previos a la represión militar de 1968, consignaba con “pintas” sus inconformidades en los muros de la urbe y en los años setenta el graffiti estuvo en su apogeo en los Estados Unidos, causando daños particularmente en las ciudades de Nueva York y Filadelfia. El deterioro que se causa con esta práctica a la propiedad pública o privada es grande, pero es aún más grave cuando se trata de centros históricos con valor patrimonial, cuya arquitectura significativa se ve seriamente afectada, en ocasiones de manera irreversible.

Sin embargo, como ya hemos mencionado hay un sector de la población a favor del graffiti como expresión artística que se contrapone a los que lo rechazan por considerarlo una agresión sin sentido a la imagen urbana de una localidad, provocando una sensación de anarquía social. Sin embargo, más que adoptar una de estas posturas en pro o en contra de las “pintas” urbanas, podríamos diferenciar dos distintos tipos de graffiti: por un lado están los más numerosos, los “graffiti chatarra”, que son una incursión ilegal no autorizada y que constituyen un acto de vandalismo, por lo cual deben de ser seriamente combatidos; y el “graffiti artístico”, comprometido con el arte y su potencial creativo, realizado por encargo en función del reconocimiento de su calidad y aplicado con consentimiento tanto del propietario como de la comunidad en muros destinados para este fin.

En vista de que el “graffiti chatarra”, que sin tener mayor calidad, deteriora la imagen urbana y daña los monumentos patrimoniales en ocasiones de manera irreversible, debemos de plantear estrategias efectivas para combatirlo. Antes que nada evitando caer en su ligera apreciación como obra de arte, reconociendo su condición de acto vandálico realizado sin autorización alguna y atendiendo al daño causado a la propiedad ajena, haciendo énfasis en la necesidad de defender nuestro rico patrimonio arquitectónico y urbano, factor de unidad que fortalece nuestra identidad como mexicanos.