Historias nuevas de un viejo partido

Historias nuevas de un viejo partido
Por:
  • larazon

Salvador del Río

Cuando despertó, el dinosaurio

todavía estaba ahí

Tito Monterroso, el cuento

más corto del mundo

Al día siguiente de la votación en la que el Partido Revolucionario Institucional perdió la presidencia de la República en el año 2000, se celebraba en el país el término de lo que se insistía en llamar el antiguo régimen.

Se hablaba entonces de una imposible versión mexicana del Pacto de la Moncloa, cuando a la muerte de Francisco Franco se planteaba el rumbo que debía seguir España, o se evocaba el derrumbe de la dictadura de Porfirio Díaz y el arribo de un nuevo país. El muerto era el PRI y suya, supuestamente perfecta, la dictadura derrotada.

Veinticinco años después, el PRI está ahí, el dinosaurio no murió. En la última elección intermedia federal se rebela una vez más como la primera fuerza política. ¿Por qué?

En 1929, creadas ya las bases de la institucionalización del movimiento armado, se fundó el Partido Nacional Revolucionario, después llamado de la Revolución Mexicana y finalmente Revolucionario Institucional, que gobernó sin interrupción hasta el 2000. Con la alternancia de ese año, se afirmaba que el PRI habría desaparecido para siempre de la residencia de Los Pinos; el símbolo del antiguo régimen, había muerto con él.

Nada de eso ocurrió. Durante dos sexenios, el Partido Acción Nacional gobernó con las mismas instituciones creadas por la Revolución y, en rigor, con los mismos vicios que se señalaban a las más de siete décadas del PRI.

El Revolucionario Institucional no estaba muerto ni mucho menos. Doce años después retornó a la Presidencia de la República, tras haber obtenido en las sucesivas elecciones un volumen de votos a su favor, si no comparable a los años de la posrevolución, sí de preponderancia en un escenario político en el que la participación de otros partidos ganaba considerable terreno; el pastel de la votación general se repartía entre más, pero el PRI se llevaba la mayor porción. No se dio el pronosticado voto de castigo.

Si para las elecciones del siglo pasado se considera sólo el resultado de la votación federal —máxima muestra para tener una idea del panorama político general—, es posible concluir que el PRI obtiene un triunfo —más del 30 por ciento del total de votos efectivos— que, con las alianzas que mantendrá con otros partidos le permitirá detentar la mayoría simple en la Cámara de Diputados.

Por qué el PRI, fundado en 1929, mantiene ese lugar preponderante, es una pregunta cuyas respuestas pueden ser múltiples para explicarse esa permanencia. En alguna ocasión le pregunté al ex presidente Luis Echeverría si en los sucesivos gobiernos del PRI había un hilo conductor, un compromiso secreto transmitido de generación en generación para mantener la unidad en torno al partido. Desde 1929 los gobiernos del PRI oscilaban de izquierda a derecha pasando por el centro pero sin apartarse nunca del concepto fundacional de la Revolución Mexicana. La respuesta de Echeverría fue que no, que no existía un compromiso de sangre o un juramento al estilo de una sociedad secreta que habría de cumplirse en el ejercicio del poder.

Al considerar la permanencia del PRI aun después de las derrotas en las elecciones de los años 2000 y 2006, surge la realidad de algunas circunstancias que la explican. Más allá de los movimientos pendulares en los sucesivos gobiernos, el PRI ha mantenido —condición única si se lo compara con otros— una férrea unidad en sus filas y una disciplina por encima de diferencias ideológicas o programáticas que, sin embargo de esas diferencias, no lo fracturan. Esa unidad en torno a la idea de la Revolución, que el PRI mantiene inclusive conservando su nombre a pesar de los intentos por cambiarlo como ocurrió con el esbozo salinista de Solidaridad, ha sido la base de la sobrevivencia del PRI, inclusive por sobre sus propios errores y desviaciones. El PRI sigue siendo revolucionario e institucional, ya no con las armas, aunque la idea de la Revolución armada se ha transformado en sus sucesivos gobiernos o en apariencia tienda a desaparecer.

El viejo PRI, que a finales del siglo pasado sorprendía y escandalizaba a propios y extraños por sus más de siete décadas en el poder, sigue siendo la primera fuerza política de un país que con la apertura a la diversidad y al pluralismo busca fortalecer la democracia. Lo sigue siendo por esa unidad y porque la oposición de todos matices y colores, dividida y fracturada , no ha sido capaz de aprovechar los anchos caminos que la apertura del sistema electoral, de la democracia en la diversidad ofrece.

 Gazapos. Se abusa, en la jerga político-tecnocrática, de figuras pretendidamente metafóricas, convertidas en lugares comunes. Un proyecto no se concreta, sino que aterriza; puede ser que el mismo proyecto no se promueva o se impulse, sino que se empuje. El progreso a empellones.

Decidir un camino a seguir o una política es apostar, de suerte que el éxito queda al azar y puede fracasar. Se entra por la puerta falsa cuando se habla de una ventana de oportunidad y se clasifica a un país, no como un vecino, un amigo, sino como un socio o simplemente una economía.

srio28@prodigy.net.mx