La izquierda en su laberinto

La izquierda en su laberinto
Por:
  • larazon

Otto Granados

Probablemente una de las evidencias más notorias de las serias imperfecciones de la política mexicana sea la inexistencia de una izquierda moderna, liberal y visionaria.

Lo de menos es que algunas de sus pandillas vivan ancladas en el pasado o sean rehenes de un ánimo rencoroso hacia los que piensan y actúan de manera opuesta o al menos distinta. No, eso no es lo lamentable. Lo grave es su incapacidad intelectual, política y técnica de argumentar racionalmente (y, en cierto modo, éticamente) una posición ideológica sobre determinados aspectos, trátese de política internacional o de política energética.

El primer problema es la falta de un diseño conceptual. Una cosa es, como pasa cotidianamente, carecer de una perspectiva elaborada y sofisticada acerca del modelo de país que proponen y de algunas de sus políticas públicas relevantes, y otra, diametralmente distinta, descalificar algo que aún no existe. Esta, que ha sido tendencia recurrente en las izquierdas mexicanas, les nulifica la posibilidad de construir una alternativa política real y convertirse en opción de gobierno.

La segunda tara es de visión. Mientras se vivió la Guerra Fría, la estructura bipolar y las economías cerradas, sostener el discurso “antiimperialista” y proteccionista sonaba más o menos chic. Pero en pleno siglo XXI el mundo ha cambiado de manera sustancial, hay una distribución del poder global cambiante, una geopolítica mucho más compleja y una globalización comercial y financiera tan intensa que pretender aislarse, como sugiere cierta izquierda mexicana, no es sólo provinciano sino sencillamente suicida.

Por ello sugerir que México debe cerrarse a una participación mucho más activa en política exterior o desdeñar la imperiosa necesidad de atraer capital privado, nacional y extranjero, para potenciar sectores clave de la economía e impulsar el crecimiento, es una posición quizá entendible en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado y es explicable hoy si de medrar con las rentas públicas se trata, pero es por completo disfuncional en estos tiempos.

Finalmente, algunas de nuestras izquierdas tienen un serio problema intelectual. Nunca como ahora, en tanto existe una abundante literatura académica, evidencia empírica, datos duros, diagnósticos o estudios comparativos internacionales, se ha contado con tanta información para saber qué funciona y qué no en las políticas públicas.

Negar lo evidente mediante una retórica fútil es ciertamente una reacción antiintelectual pero, más aún, es poco ética. Esas izquierdas están en todo su derecho de que no leer, por ejemplo, The Economist, pero no de mantener a las obras completas de Kim Il Sung como la base de una argumentación seria, rigurosa y pertinente.

Equilibrar y enriquecer la discusión sobre decisiones centrales que México deberá tomar en el corto plazo, en la reforma política, el desarrollo energético o la situación hacendaria, y que perfilarán el futuro del país para las siguientes décadas, exige y merece una izquierda racional, inteligente y sofisticada. Justo lo que, al menos por ahora, brilla por su ausencia.

og1956@gmail.com