La ocurrencia como política pública

La ocurrencia como política pública
Por:
  • valeria_lopez_vela

Desde hace años, he seguido con atención el desarrollo de los acontecimientos políticos y económicos en Venezuela. Todo comenzó con el entronamiento de Hugo Chávez y su voz inapelable. Las críticas se interpretaron como traiciones y al disenso se le nombró corrupción.

Un halo de política inmaculada supo cubrir todos los errores y minimizar los traspiés; lo que al principio parecía respaldo al nuevo gobierno se convirtió, con el tiempo, en opacidad y discrecionalidad.

El régimen inaugurado por Hugo Chávez y heredado a Nicolás Maduro contó con la simpatía de las izquierdas globales por la apuesta económica que enarbolaba. Representó, en su momento, una opción para contrarrestar los excesos económicos del neoliberalismo latinoamericano. Y, en ese sentido, fue importante.

Sin embargo, la muerte de Chávez no hizo sino empeorar las cosas; una sucesión caprichosa y desafortunada hizo que Nicolás Maduro se convirtiera en un presidente plenipotenciario, más parecido a un dictador que a un demócrata. Los estragos políticos no tardaron en hacerse sentir: la democracia fue sustituida por el totalitarismo populista. La sociedad civil fue la primera en pagar por los devaneos económicos y por los caprichos políticos de Nicolás Maduro –un oligofrénico borracho de poder y adicto al dinero.

Los dislates económicos —expropiaciones— encontraron justificación en la retórica institucional y, de a poco, una cadena de complicidades y errores hizo que la inflación de Venezuela sea de 1,000,000%, que la escasez sea la norma y que la posibilidad de disentir se castigue con cárcel.

Apenas antier, Nicolás Maduro reconoció que “los modelos económicos que ha ensayado” no habían salido como él quería; que la inestabilidad no sólo era culpa de la guerra comercial con Estados Unidos y que “en dos años” se revertiría esta tendencia con Venezuela tendría una “recuperación de alto nivel”.

Las frases son elocuentes por sí mismas; el presidente Maduro ha reconocido que su política económica ha sido hecha a base de ensayos y eso ya es en sí mismo un problema porque con lo que ensaya es con la estabilidad de las familias, con el futuro de los jóvenes, con la seguridad de los adultos mayores. Por si esto fuera poco, los resultados fueron errores que sumieron al país entero en una crisis nunca antes vista.

Y, no. No se vale. La responsabilidad de los gobernantes exige acciones fundadas racionalmente, políticas respaldadas en estudios, decisiones ponderadas con criterios de operación. En cambio, Maduro gobernó con caprichos y con ideología, con ocurrencias que sonaban bien en los oídos de ciertos grupos pero que, tras el paso de los años, sumió en la miseria a la mayoría de la población. Pero eso sí, ¡por el bien de la Revolución bolivariana!

Para desgracia de los venezolanos, la mayoría de las decisiones de su presidente no pasarían un test mínimo de razonabilidad.