Las mil y una versiones de los Cuatro cuartetos

Las mil y una versiones de los Cuatro cuartetos
Por:
  • juliot-columnista

Uno de mis mayores deleites en mi carrera como editor fue ver el proceso de transformación de los poemas que me enviaba José Emilio Pacheco (a la revista Universidad de México, al suplemento Lectura de El Nacional, a la revista Letras Libres) desde su primera versión y hasta el momento de irnos a imprenta.

José Emilio era un perfeccionista obsesivo compulsivo, y la eliminación-reintegración, eliminación-reintegración-etc de un punto y coma podía llevarle hasta seis faxes y diez llamadas telefónicas en un mismo día. Dicha dinámica trascendía a la diversión y el asombro: era una cátedra de escritura en estado puro, de búsqueda de la expresión perfecta e irreprochable –y la constatación de aquello que dijo Valéry: que los poemas no se terminan, sólo se abandonan.

El más alto ejemplo de esa incesante búsqueda de un decir idóneo es la traducción que hizo José Emilio de los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot (según muchos críticos, su mejor texto), ejercicio apasionado que le llevó décadas y que sólo se dio por terminado cuando la vida abandonó al autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo. La primera versión de esa ya legendaria traducción fue publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1989, y la última apareció hace unos meses en coedición de Era y El Colegio Nacional. En ese arco de veinte años (y más), el vaciado de los Cuatro cuartetos al español ha gozado de una incansable e impresionante metamorfosis a manos de su ilustre traductor, aparejada, para el aprendizaje y placer del lector, de un cuerpo de notas explicativas que no sólo nos ayudan a entender el poema, sino que lo contextualizan histórica, literaria, filosófica y religiosamente con tal erudición, que tras su lectura sentimos que le hemos arrancado un gajo al compendio de sabiduría de la especie.

La actual edición de Era, que incluye la ultimísima versión de José Emilio y el fabuloso corpus de notas, es una joya editorial. Yo tengo la del 89 a la mano, y al cotejar ambas puedo atestiguar la operación quirúrgica que Pacheco llevó a cabo a lo largo de los años, siempre tendiendo a la simplificación y huyendo del rebuscamiento (por ejemplo, si hace veinte años el verso “We shall not cease from exploration” fue traducido como “No cesaremos en la exploración”, en su versión actual José Emilio lo ha pulido al más coloquial y menos literal “No dejaremos nunca de explorar”). Un solo ejemplo sobre las notas (ese otro libro, ya siamés de los Cuartetos): Pacheco nos hace ver que la segunda parte del célebre último cuarteto, “Little Gidding”, no sólo es un homenaje a Dante y una adaptación moderna de sus tercetos encadenados (terza rima), sino que también es el gran poema del blitzkrieg: la ofensiva aérea nazi que asoló a Londres en 1940 y 1941. Esa sola nota de tres páginas es una deliciosa lección de literatura e historia que enriquece como nadie lo ha hecho las líneas originales de Eliot.

Yo sé que el tema de hoy es rotundamente electoral, y justamente por eso recomiendo despejar la cabeza con la lectura de esta fascinante aproximación de José Emilio Pacheco a uno de los más grandes poemas del siglo XX.