Los mexicanos en el diván

Los mexicanos en el diván
Por:
  • larazon

Otto Granados

Esta semana fue presentada la nueva edición de México, las Américas y el mundo 2012-2013. Política exterior, opinión pública y líderes (http://mexicoyelmundo.cide.edu), un estudio en que diversas instituciones académicas, encabezadas por el CIDE, han trabajado desde 2004 para conocer las actitudes y percepciones de los mexicanos en los temas internacionales o, con más precisión, cómo se sienten frente al mundo. Los hallazgos son de lo más interesantes para muchas cosas, pero especialmente, en mi opinión, desde una perspectiva psicológica y cultural.

En términos generales puede decirse que, al margen de confusiones y contradicciones, los mexicanos (tanto los llamados líderes como la población abierta, en distintas proporciones) son más categóricos en cuanto a la participación activa de México en el escenario internacional; no se sienten muy identificados con América Latina pero desean que tengamos mayor liderazgo en la región; parecen más receptivos a las “ideas y costumbres” del exterior; ya no sienten mayor temor por EEUU o China, y 42% dice que si pudiera se iría a vivir a otro país, aunque 52% confiesa que no le gustaría ser de ningún otro país, un porcentaje que, en una pregunta relativamente parecida realizada por Nexos en 2009, era del 34 %.

Este último dato es enigmático. Tiene que ver, quizá, con algo que John Womack señalaba hace tiempo –que la sociedad civil mexicana es “frágil, tímida, necesitada”- o bien porque nos sentimos inseguros ante lo ajeno, y en este punto lo ajeno es el mundo exterior, o sencillamente no queremos parecernos a nadie ni ser de otro lugar porque con la identidad mexicana, cualquier cosa que esto sea, nos basta. Sin embargo, esa indefinición sugiere algo más.

Por un lado, hace muy difícil perfilar los asideros mediante los cuáles –lo mismo un infante que un país- construyen su modelo (role model) a seguir en la vida, e identificar los rasgos sociales, políticos, urbanos o económicos de aquellos países que admiramos y por los cuales nos gustaría ser como ellos.

Y, por otro, impide en cierto modo la elaboración de un relato, de una narrativa más o menos compartida de manera colectiva porque posiblemente carecemos de un punto de referencia, de contraste o de comparación que nos ayude a clarificar nuestro lugar en el mundo.

Dicen los psicólogos que la forja del carácter y la personalidad, al menos en términos saludables, no puede hacerse sobre una negación ni a través de la exclusión de lo que pensamos que es diferente a nosotros, sino sobre la base de la autoafirmación de valores, creencias, costumbres e incluso mitos.

Emulamos a alguien porque presenta características que admiramos y que quisiéramos que fueran propias. Es decir, en positivo.

Pero esa mitad de mexicanos que tiene la rara convicción de no querer parecerse a nadie más en el mundo, dice algo o mucho de nuestros problemas de personalidad. Tal vez sea ahora de acostarnos, por un rato, en el diván del psicoanalista.

og1956@gmail.com