Mete moto mata

Mete moto mata
Por:
  • nemer-naime

Predicciones sobre avances e implementaciones de la inteligencia artificial (IA) son incalculables porque dependen de un presente todavía escrito en papel. Las predicciones de los 70 y 80 sobre el nuevo milenio pueden confirmar lo fabulosamente estúpida que es nuestra imaginación: no nos movemos en coches voladores ni tenemos robots domésticos que aspiren bolas de polvo, doblen la ropa y ofrezcan sexo oral en las mañanas.  Aún falta mucho para llegar a este destino imaginado.

Pero hoy, al menos, las predicciones vuelven a ser tentadoras. El progreso inesperado en un sector de la IA —las máquinas que aprenden a aprender tiene a la industria revolcada de la emoción. Las aplicaciones de estas nuevas tecnologías ya nos acompañan. Se evidencian en los destellos de anuncios en tu Facebook, en los algoritmos de crimen predictivos a la Minority Report, en las rutas de tu GPS y en los carros automatizados. Un punto perdido de esta historia, que servirá de referencia para historiadores fue cuando DeepMind, una maquina patrocinada por Google que aprendió a aprender, venció en GO, un juego de estrategia mucho más complejo que el ajedrez, al campeón humano en 2015. Ya no quedan juegos de mesa en los que los humanos sean mejores a las máquinas.

Aun así, el humanismo de los investigadores, científicos y expertos en IA los hace afirmar que tomará a las máquinas unos 100 años para superar a los humanos en casi todas las actividades de nuestra existencia, incluido soñar. Pero este optimismo es pésimo.

Las grandes empresas, dueñas de la investigación y desarrollo tecnológico, prevén que en la siguiente década la IA pueda realizar estas tareas mejor que los humanos: transcribir textos a cualquier idioma (traducción), construir cualquier lego más rápido que un humano (construcción), operar un teléfono en el banco (tele-servicios), escribir un ensayo basado en big data (periodismo), generar un hit musical (melodía), decidir en una junta de empresarios (liderazgo), manejar un camión (destreza), correr 10 km más rápido que un keniano (deporte), vender cualquier producto (persuasión), escribir una novela ganadora de un premio literario (intelecto) y doblar la ropa (manualidad).

Algunos expertos dicen que para la mitad del siglo los humanos estaremos en una crisis existencial colectiva. Uno de los logros más importantes para cualquier gobierno es presumir la “creación” de empleo, ya que el empleo, momentáneamente, resuelve la pregunta existencial de cada individuo cada mañana “¿para qué levantarme?”.  Estos trabajos principalmente se obtienen de industrias masivamente automatizadas como la manufacturera, la de comida rápida, la de atención médica y la de transporte.

A nivel mundial, estas 4 industrias emplean a casi 500 mil personas. En México, las industrias automotrices, de comida rápida y sector salud, son vértebras importantes para la economía familiar del país. Si hemos aprendido algo del corporativismo capital es que la calidad de vida humana que las empresas ofrecen a sus empleados no aparece en sus reportes. A estas empresas lo único que les importa son los numeritos. Y a los gobiernos también.

Y el humano, constantemente superado por su propia creación, ¿a qué se levantaría?