Pan de muerto maridado con champaña para este Día de Todos los Santos

Pan de muerto maridado con champaña para este Día de Todos los Santos
Por:
  • larazon

Héctor León

Los hombres de yinn, esas criaturas hechas de fuego sin humo

Salman Rushdie

A Marco, mi hijo, que nació en un día de Todos Santos.

Los hombres de yinn, “esas criaturas de fuego sin humo”, la versión de Shahrazad o Sherezade, y Las mil y una noches, de Salman Rushdie, es decir, en su último libro: Dos años, ocho meses y veintiocho noches, Ed. Seix Barral, corresponde a la idea de nuestros días de rituales y de muertos: ofrendas con el color amarillo sol de la flor de cempasúchitl, inundan con su luz y olor dulce los hogares, festinando a aquellos que fueron benévolos o no, que aparecen y recuerdan sus sabores a través de la compartición: pan de muerto rociado en azúcar y saborizado con agua de azahares, el mítico sabor de las mil y una noches del oriente, de la era de al-Ándaluz, donde todos los hombres de fuego sin humo se miran y cuentan el cuento que no es lo que cuentan, en una metáfora del sabor de la tradición profana de la ofrenda, pues los muertos llegan a comer la calabaza en tacha y el pan sabor de naranja y del limonero: azahares.

Sabor a Azahar e infancia

El idioma de lo sensorial habita la memoria del recuerdo. La ofrenda nos recuerda que los recuerdos de esos hombres que amamos llegan por sus sabores predilectos. Les hacemos la ofrenda. Flor amarilla de la esperanza. Azahar, sin nata. Sin Chocolate. Pan tradición de la panadería de los barrios de nuestro país. El pan tradición intervenido por el centro comercial, no sabe a azahares, a oriente, a recuerdo. No habla el idioma universal de los sabores de la infancia.

Construcción de un recuerdo a 350 km/h

La mayor velocidad de 372 km/h, alcanzada en la Fórmula 1, en el circuito de Monza en 2005, apenas será un recuerdo en la pista de los Hermanos Rodríguez, que en la recta sublime de mil 340 metros que suponía arribar a la mítica y desaparecida curva peraltada, podrá llegar apenas a 350 km/h. Hombres máquinas que vuelan sobre el asfalto, criaturas de fuego sin humo: diabólicamente hermosas. Ofrenda a la velocidad líquida. Ayrton Senna da Silva, en su altar improbable de la F-1 de la Magdalena Mixhuca, podría decir: “Mi límite está por encima de los otros”. Que también podría ser la leyenda de la calaverita de los mejores tenistas del mundo en su momento Pete Sampras y John McEnroe, en el Abierto de Monterrey de este fin de semana, que en su heroicidad alcanzaba 200 km/h la velocidad de su peloteo. Hombres de Yinn, dice Rushdie: “son caprichosos, extravagantes y juguetones, y que pueden moverse a gran velocidad, alterar su tamaño y forma y conceder gran número de deseos a los hombres y mujeres mortales si les place”.

La velocidad del sabor es directamente proporcional a la relación entre la mordida del pan y el evento con que lo relacionamos. Yo comía una calabaza de Castilla en tacha (clavo, canela, guayaba y piloncillo) hecha por mi abuela Rosa y la gente inundaba la pista de la Magdalena Mixhuca cuando Pedro Rodríguez corría. La Serie Mundial también llena los días de cuando comía en arrebato el huesito del pan de muerto cuando mi abuelo Manuel escuchaba en su radio de transistores la transmisión del Sonny Alarcón. O, cuando se abría la temporada grande y mi tío Ricardo, “El chico pollo”, banderillero del matador Carlos Arruza, en la milenaria fiesta de sol y sombra, partía a la Plaza México vistiendo de luces oro y morado, y en la transmisión de un Tv Punto Azul de bulbos calientes, comiendo pan de muerto, embriagado de adrenalina, el tío a la velocidad del viento clavaba las banderillas al astado. Hombres de yinn. Mil noches después, una mano con el tatuaje de la media luna de oriente apresa la Plaza México, y hago la fotografía con un Smartphone, en un día de Todos Santos.

Pan de muerto con burbujas

El pan de muerto se marida con champaña, con un espumante mexicano, con un espumeante rosado. Es un maridaje de contraste. La burbuja explota en la nieve de azúcar y el azahar devora a la simiente uva blanca: es un momento de gloria a la velocidad de las burbujas que en el pódium Checo Pérez disparara al público victorioso del gran Premio de México F-1. Un maridaje de contraste, créanme, victorioso. Pan de muerto y champaña, cava o espumoso mexicano. El perfecto maridaje que hará que mil y un niños construyan un nuevo recuerdo, que trescientos adultos encuentren un viejo recuerdo.

Ofrenda

La velocidad que alcanza la mano a la boca con el bocado de pan de muerto es de F-1, es de pelota caliente en serie mundial o de un revés cruzado del tenista añejo triunfador, día de futbol, de NFL, en un día de veinticuatro horas que se cuenta entre los 365 días como el día de Todos Santos, el día más hermoso de nuestras tradiciones, el mayor día, cuando las catrinas y las calacas se aparecen en aparadores y vitrinas, cuando todos nuestros muertos llegan a comer pan de muerto. Esos hombres de yinn que van y vienen en un día a la velocidad Android, se toman un selfie, y regresan muertos de risa. El cuento no es lo que cuentan los cuentos del pan de muertos.

Mi ofrenda es a la abuela Rosa, al abuelo Manuel, a los hermanos Rodríguez, al tío Ricardo “El chico Pollo”, a la simpática Tía Raquel y Rosalía, ambas de yinnias, de la tribu de los yinn femeninas, que corren en el viento y comen pan de muerto en la ofrenda.

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