Prométeme, papá

Prométeme, papá
Por:
  • raudel_avila

En las mesas de novedades de las librerías norteamericanas destaca el libro Prométeme, papá, de Joe Biden, exvicepresidente de Estados Unidos. En esta autobiografía el compañero de fórmula de Barack Obama describe su paso por la vicepresidencia y las innumerables gestiones diplomáticas que llevó a cabo por todo el mundo.

Parecería un libro de memorias bastante convencional y hasta mediocre. No tiene un estilo literario propio, ni gran profundidad analítica o reflexiones históricas sobresalientes. Tampoco anécdotas solemnes sobre grandes figuras mundiales. Ni siquiera esa dosis de revelaciones escandalosas que acompañan los libros de temporada en Estados Unidos como Fire and Fury, de Michael Wolff. No obstante todo lo anterior, me parece un gran libro.

Prométeme, papá es la confesión sincera de un hombre que vio truncada su carrera política por la agonía indescriptible de que su hijo contrajera cáncer terminal. Biden era uno de los posibles candidatos en la competencia del Partido Demócrata por la candidatura presidencial en 2016. Decidió no participar debido a la enfermedad de su hijo, a fin de acompañarlo en el último trance. Biden, con más de treinta años de experiencia política, como senador y luego como vicepresidente, refiere en el texto algunas cuestiones llamativas: sus primeros encuentros con Obama, sus encontronazos con Putin por el conflicto en Ucrania, la tensa relación con Hillary Clinton y su trabajo como enlace de Obama con el gobierno de Irak. Los silencios de Biden también son ilustrativos. Conforme Obama le encarga responsabilidades diplomáticas en Rusia, China u Oriente Medio, Biden no se molesta en mencionar ni una sola vez en todo el libro a John Kerry, el secretario de Estado, y por consiguiente responsable legal de la política exterior estadounidense.

Es penosísimo constatar también que la palabra México tampoco aparece en el texto, excepto para recordar la crisis migratoria de niños centroamericanos que llegaron a Estados Unidos desde nuestro territorio. Con todo, el atractivo principal del libro reside, a mi juicio, en la desgarradora confesión del inenarrable dolor que le produce la enfermedad y muerte de su hijo. Biden no oculta las veces que sintió ganas de llorar (y lo hizo) en medio de un acto público al acordarse de su hijo y cómo eso finalmente lo llevó a tomar la decisión de no competir por la candidatura presidencial. La vida personal destruye su vida pública y en el texto se siente la frustración de Biden por no haber podido manejarlo.

Tendemos a pensar que los políticos son monstruos maquiavélicos e insensibles. Este libro ayuda a humanizar nuestra imagen de los servidores públicos y a entender lo difícil que es conseguir un equilibrio personal y profesional para quienes optan por esa vocación. Amplía, pues, nuestro entendimiento de la política.