No sabe que no se puede

No sabe que no se puede
Por:
  • raudel_avila

Conocí a Aurelio Nuño Mayer una mañana veraniega de 2010. Un amigo reunió en su casa a un grupo de jóvenes priistas. “Aurelio está destinado a grandes cosas”, pronosticó un experimentadísimo político mexicano. Desayunamos machaca. Por entonces, Aurelio era un brillante asesor en la Cámara de Diputados. Hablamos de la incapacidad para lograr acuerdos legislativos de los dos gobiernos panistas.

Nuño estaba convencido de que siguiendo el ejemplo dialogante de la transición democrática española, era posible romper la inercia de incompetencia negociadora panista. “Aurelio no sabe que no se puede”, pensé muy preocupado. “Yo creo en la política”,  me comentó. A la vuelta de los años, Aurelio refutó contundentemente mi error. Se convirtió en uno de los artífices del Pacto por México, logrando profundas reformas constitucionales, en particular la educativa, que luego le tocó encabezar eficazmente en su operación.

En una costumbre muy priista, Aurelio se despidió con el típico: “te llamo pronto”. Efectivamente no tardé en recibir noticias suyas. Empezamos a frecuentarnos. Amable, Aurelio me invitó a su fiesta de cumpleaños (y años más tarde a su boda) cuando apenas nos conocíamos y tuvo la generosidad de invitarme a colaborar con él. En ese momento, yo tenía otro compromiso profesional, pero me permitió recomendarle una persona de confianza. Aurelio y yo dimos inicio a una conversación sobre política y libros que continúa hasta la fecha. Cada vez que lo veo, llego armado de un libro para regalarle. La mayor parte de las veces, él ya lo había leído y se ríe de mi frustración por no atinar con un título que le resulte novedoso.

Hace cinco años, regresé de una maestría en Inglaterra que me dejó en quiebra financiera total. Busqué muchos amigos pero nunca contestaron mis llamadas. Aurelio había sido nombrado jefe de la Oficina de la Presidencia y a él ni siquiera lo busqué. Más tardó Aurelio en saberlo, que en invitarme a participar como asesor en la Oficina de la Presidencia, sin importarle que yo no había participado durante la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. Jefe estricto como todos quienes sirven a México, de horarios laborales interminables, Aurelio no aceptó nunca la entrega de un producto inferior a la excelencia.

He confirmado que “está destinado a grandes cosas”. Cuando se escriba la historia del servicio público mexicano, los autores verán que Nuño se ganó un lugar como funcionario comprometido e infatigable, entregado en cuerpo y alma las veinticuatro horas a la gran causa de México. En el libro de la amistad, Aurelio da nombre a un capítulo especial como el ser humano excepcional que es. Y en el libro de mis agradecimientos personales más cálidos, su nombre ya quedó registrado con tinta indeleble.