Ser instrumentos de paz

Ser instrumentos de paz
Por:
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Eugenio Lira Rugarcía

“Hazme un instrumento de tu paz”. Esta oración, ampliamente conocida, fue dirigida hace casi ocho siglos por un hombre que sigue inspirando a creyentes y no creyentes de todo el mundo: Francisco de Asís.

Nacido en una familia rica del siglo XII, Francisco tuvo una vida superficial hasta que a los veinte años, al volver derrotado y enfermo de una campaña militar, experimentó una crisis que le llevó a buscar una vida plena.

Luego de un proceso, decidió renunciar a sus bienes para seguir a Cristo, comunicando el amor de Dios a las personas y a todas las criaturas. Así, con los jóvenes que se le fueron uniendo, contribuyó a renovar la Iglesia y la sociedad de su tiempo.

Francisco comprendió que la esencia de toda persona es el amor; y que sólo el amor es capaz de guiar al ser humano en su desarrollo integral y de conducirle a una relación armónica y plena con sus semejantes y con el medio ambiente. Ese amor que proviene de Dios, que es el amor mismo.

Ante los retos que enfrentamos a niveles personal, familiar, comunitario, nacional e internacional, Francisco es fuente de inspiración en los esfuerzos por construir un mundo mejor y en paz para todos. Él nos muestra que la clave es el amor, que implica actuar con verdad, libertad, justicia, equidad, comprensión, servicio, perdón y reconciliación.

Por eso, en su reciente discurso a la ONU, el Papa insistió en la necesidad del derecho para hacer realidad la justicia y alcanzar la fraternidad universal, lo que exige el reconocimiento de una ley moral inscrita en la naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones.

Con esta convicción, al tiempo de alertar respecto a los falsos derechos, hizo notar que el ambiente natural y el vasto mundo de las personas excluidas son víctimas de un mal ejercicio del poder y pidió afirmar con fuerza el derecho de los “descartados” a ser protagonistas de su destino y el derecho a la protección del ambiente.

En este sentido, urgió de los gobernantes medidas inmediatas para preservar la naturaleza y vencer la exclusión social y económica, que provocan pobreza, corrupción, explotación, narcotráfico, trata de personas, comercio de órganos y tejidos humanos, trabajo esclavo, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado, atropellos sistemáticos contra las minorías étnicas y religiosas, violencia y guerras.

Insistió en acciones concretas para que, velando por el derecho fundamental a la existencia, todos tengan acceso a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable; libertad religiosa, de espíritu y educación.

El ejemplo de san Francisco y el mensaje del Papa no son sólo para los poderosos del mundo, sino para cada uno de nosotros. Poniendo de nuestra parte, podemos ser instrumentos de paz, viviendo en armonía con el prójimo y con todas las criaturas.

*Obispo auxiliar de Puebla y secretario general de la CEM

Twitter: @MonsLira