El rebelde que derribo La cortina de nopal

Multifascético, autodidacta y hombre de contrastes, José Luis Cuevas tiene en él mismo a su principal creación. Apegado al abstraccionismo en su obra plástica, en donde recrea visiones deformadas del mundo, el güero pintor encontró en las letras un lugar en donde los hechos y la palabra “son absolutamente verídicos”. Con un manifiesto, lanzó su “voraz” crítica hacía la Escuela Mexicana de Pintura, “cuyo sumo pontífice era Diego Rivera”.

La cortina de nopal, texto con el que rompió paradigmas y causó revuelo en el ámbito artístico de México en la década de los cincuenta, con sólo 22 años de edad. Publicado en “México en la Cultura”, del periódico Novedades, en 1951, el manifiesto ataca “con virulencia el arte folklórico, superficial y ramplón” de reconocidos artistas como Siqueiros, que para Cuevas, se quedaron atrapados en un monótono y rancio estilo nacionalista.

Narrado en tercera persona, con un artista mexicano como protagonista, el autodidacta pintor destroza la vida cultural, social y política de la primera mitad del siglo XX en el país. Desde el ambiente en donde se desenvuelve el personaje llamado “Juan”, con tintes autobiográficos de Cuevas, las instituciones educativas, el comportamiento social, como “la innata” mordida y corrupción, hasta el pensamiento de los intelectuales, no permitían el desarrollo de propuestas novedosas en México, de acuerdo al autor.

Encerrados en un “ambiente putrefacto de las llamadas actividades cultas”, las figuras principales del arte nacionalista, se convirtieron en un estereotipo, con overoles de obrero y esposas vestidas de indígenas, como describe el pintor en clara alusión a Rivera.

Consecuencia del “cuevismo”, símbolo de rebeldía al enfrentar a los “jerarcas del arte”, se desató un movimiento: La Ruptura, con tendencia al abstraccionismo. Él mismo declaró que nunca fue su intención reclutar a rebeldes “para atacar al bastión de Bellas Artes”, pero con él, se abrió un camino a otras formas y fondos.

Vlady, Juan Soriano, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce y Vicente Rojo Almazán, encabezaron junto a Cuevas el cambio radical en la vida cultural nacional, alejados de los “cielos azules” y de la mano de la “cruda y deforme realidad”, que sentó las bases para el arte moderno mexicano.

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