VERDAD

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VERDAD
Por:

-¡Estoy harto de las mentiras!-

-Todos.- Contesté siguiéndole la corriente, no tenía ganas de discutir y sabía detectar la intensidad con la que quería hacerlo.

-Me estás dando el avión. Claro, tú en tu antisocial comportamiento, te es indistinto que mientan con todos los dientes. Es más, estás mintiéndome con tu condescendencia.-

Suspiré, era una de esas veces en las que sin importar lo que hiciera, se pondría en modo “el mundo está contra mí”. Hiciera lo que hiciera, saldría mal parado, así que opté por la menos mala, me levanté y sin decir agua va, lo dejé con el grito en la boca y abandoné la habitación. Soy su amigo, no su retrete de descarga.

No lo encontré al día siguiente y no me sorprendió en lo más mínimo, solía desaparecer por largas temporadas en sus búsquedas de motivos dela vida. Era extraño pero, siempre fue así, al menos desde hacía dos décadas en las que nuestros caminos se cruzaron en el proyecto de privación de sueño donde ambos participamos, yo quería solo unas monedas, él tenía la teoría que al soñar creábamos universos y que nosotros éramos el sueño de un Dios con resaca.

Desde entonces tuvimos varias noches de juerga, de análisis y de pleitos con media humanidad, yo era un tipo regular pero él estaba muy fuera de la escala de inteligencia y, por supuesto, de lo que llamamos normalidad.

Inventaba algún producto y obtenía dinero suficiente para seguir con sus excentricidades durante años, en cada una de ellas, me llamaba para ayudarlo a colocarlo y si había dos cosas en las que era bueno, era en ventas y en aguantarlo así que, mientras él era el genio, yo era el puente traductor a la humanidad. Me hubiera gustado que hiciera productos contra la calvicie o las arrugas para así pudrirnos en dinero pero no, decía que esas trivialidades eran lo que había llevado a la especie al actual grado de desgracia.

Aunque era socio de cada producto, mi don principal ere el de gastarme hasta el último peso que pasaba por mis manos y la multiplicación de deudas por lo que de vez en vez, acicateaba a la gallina de los huevos de oro a que nos mantuviera por una temporada más y a eso había ido la noche anterior y por eso regresé hoy, el hecho de que no estuviera, significaba que… bueno, ni idea, podría estar en un proceso creativo o simplemente refunfuñando su ira contra el libro del destino.

Después de medio año yo estaba en calidad de prófugo de proveedores y en un estado de indigencia y no importaba cuantas visitas o llamadas hiciera, Fula no respondía o aparecía, sus desapariciones nunca duraban tanto y mi preocupación genuina por él, se mezclaba con la teñida de interés. Desesperado como estaba visité el único lugar que me quedaba, una casa ovalada con techo de guano y de paredes recubiertas de arcilla para mantenerla fresca, la casa tipo maya de Fula era una perfección ancestral de ingeniería, de necesidad extrema en el calor húmedo de la península de Yucatán y si no hubiera sido por la necesidad rayana en la obsesión de Fula por los helados, hubiera sido su lugar predilecto pues no había un alma sintiente en kilómetros hacia cualquier lado y si bien, él me acusaba de antisocial, la verdad es que eran sus fobias proyectadas en mí.

Después de media hora sobre un estrecho camino cosechero, llegué a la bifurcación, solo porque sabía que buscar la encontré, 500 metros después, apareció la choza descansando sobre un montículo, atrás se escuchaba el chirrido de la veleta girando y extrayendo agua del pozo para llenar la pileta, el sempiterno y caótico verde de selva la rodeaba como barda perimetral pero, en derredor suyo, un césped perfectamente cuidado y unas rocas blancas circundando el tronco de los cítricos y un enorme Ceibo le daban un sentido geométrico y de orden civilizado contrastando con el fondo. Del suelo, surgía una voluta de humo por lo que supuse que “el horno” estaba prendido y comeríamos “pi” no sabía que sería pero, era enterrado así que decir que era pi, era cierto en todo sentido.

Fula estaba armando un tejido geométrico de jipi, sobre unas maderas y no me quedó claro hasta que vi la mecedora, sentía una extraña calidez cuando veía a una mente privilegiada hacer cosas manuales.

-¡Aquí estás!- Exclamé en tono molesto.

-Aquí he estado desde hace meses.-

Su tono era pacífico y yo que lo conocía, brinqué de interesada alegría pues eso significaba que había inventado algo y yo podría salir de mis problemas financieros.

-No sabes que gusto me da que crearas algo Fula. ¿Cuándo saldré a venderlo?-

-¿Cómo sabes que creé algo? No importa, seguro es porque me conoces mejor que mi madre. Sí, hice algo pero, no lo venderemos, después de esto ya no hará falta el asqueroso dinero.-

Me estremecí, no supe si por “la falta de” o por lo ominoso de la sentencia.

-¿Qué hiciste?-

-Mi querido Pere… Te dije que estaba harto de las mentiras ¿no? Pues ya no tendremos que soportarlas.-

Se tachó de bioterrorismo, aunque algunos afirman que fue Gea, nuestro planeta, quien se dio cuenta del error en nuestra química mental y simplemente, en un despliegue más allá de nuestra comprensión, lo corrigió, otros simplemente no pudieron tolerarlo pues toda su existencia se basaba en mentiras.

Por alguna extraña circunstancia la química cerebral tuvo una modificación de alcance global y el adúltero tuvo que decidir, el vendedor dejó de alabar sus productos, el político se quedó mudo al no poder proferir una sola verdad; sacerdotes, actores, congresistas, coaches, asesores, se quedaron sin herramientas de trabajo; los adolescentes tuvieron que modificar todos sus rituales sociales… El mundo se dio cuenta que sus cimientos eran mentira y colapsó, nuestra personalidad era un constructo falso, nuestra interacción física y virtual estaba plagada de micromentiras que dábamos por sentado… ahora solo podemos decir la verdad o no decir nada y en estos momentos, transitamos entre la incómoda verdad y… el silencio absoluto.