Ariana Harwicz se rebela contra los cánones femeninos

Ariana Harwicz se rebela contra los cánones femeninos
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  • carlos_olivares_baro

Una delirante narración en primera persona desbordada de compases, improntas verbales, vértigos lingüísticos y exaltaciones espirituales en que una mujer rompe con los cánones del  matrimonio y la maternidad. Madre, padre, bebé, boscaje, animales silvestres, vida fuera de la ciudad. Matate, amor (Dharma Books, 2019), de Ariana Harwicz (Buenos Aires, Argentina, 1977): extraña fábula de concomitancias con el free jazz y contigüidades con Samuel Beckett. Llega a México después de su publicación en más de 10 países y traducida a 12 lenguas: finalista del prestigioso Man Booker Prize 2018 e integrante de la Short List Ganadora del Republic of Consciousness Prize.

Mujer-bruja-narradora: madre-ama de casa-esposa, que recurre a la catarsis en una evocación de rebeldía liberadora en contra del ‘decoro femenino’ en la expectativa masculina. La protagonista se revuelca en la planicie del bosque, se masturba con desesperación mundana, se esconde entre la floresta y desafía la mirada de un misterioso antílope. Índices de liturgias blasfemas  en afinidades con la rabia y la paranoia.

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“Existen libros verdaderamente originales, ésos que traen algo nuevo, algo que abre puertas y ventanas y permite que la brisa entre y se lleve las telarañas del mundo literario.  Matate, amor es, definidamente, uno de ésos”, ha dicho la destacada narradora Samanta Schweblin. El lector tiene en sus manos un artefacto literario turbador y sedicioso.

¿Protagonista intemperante y excedida al borde de la locura? La paranoia de mi protagonista-narradora encarna un gesto de independencia exaltado. Ella rompe con el esquema de la mujer sumisa: su ‘locura’ es una muestra de autenticidad. Frente a la inmundicia de un mundo que la acorrala, ella opta  por la desobediencia.

Ejercicio lingüístico atrevido en un empalme de cadencias que van de Beckett a Stravinsky, de César Vallejo al free jazz, de Joyce a Parra... Sí, es un texto de bríos, de rabia, como el solo de un jazzista tras los signos de una melodía torcida y frenética. Cadencia interminable desplegada en sinuosas verbalidades provocativas. Amo la música atonal. Mi prosa es atonal, furtiva, arisca, esquiva, extravagante. Hay una atmósfera punk con ligazones de ritmos afrocubanos.

¿La técnica del fragmento y reflujos joycianos en la obstinación discursiva? Prefiero hablar de segmentación. Cada apartado está trazado con una puntuación caprichosa a veces, sin puntos y aparte. Narradora que apela a la errancia en busca de lo impreciso, de intersecciones desvariadas y de un silencio amplificado que converge en un bramido salvaje.  Prosa en los bordes del desparpajo con una presencia lúdica de cierta elegancia irónica.

El dato: Los libros de la narradora radicada en Francia desde 2007 han sido traducidos al alemán, árabe, croata, francés, georgiano, hebreo, inglés, italiano, polaco, portugués, rumano y turco.

¿Erotismo marcado por el hastío y la consternación? La madre da el pecho al bebé y la atmósfera es muy erótica. Se masturba y se deja poseer  por la naturaleza o por la mirada del ciervo del bosque. El entramado lingüístico del texto pretende un tejido de radical sensualismo.

Matate, amor

Ariana Harwicz

Cuando mi marido se va de viaje a cada segundo de silencio le sigue una horda de demonios colándose por mi cerebro. Una rata salta sobre el techo transparente. Parece divertirse la loca. Voy a ver si el bebé respira a cada minuto, lo toco para ver si reacciona, lo destapo, lo cambio de posición, lo ilumino, lo levanto, todavía estamos en la etapa de la muerte blanca. Después me controlo, me hago un sándwich y me quedo frente a la tele. Pero enseguida el ajjj ajjj de un búho, ese sonido genital, involuntario y erótico me aterra. Apago la tele. Imagino a los animales en una orgía, un ciervo, una rata y un jabalí. Me río, pero inmediatamente me da miedo esa mezcolanza de bicharracos. Esas patas, alas, colas y escamas enganchadas en una carrera de placer. ¿Cómo eyaculará un jabalí? Vuelvo a escuchar el ajjj, ajjj, como de ahorcamiento, ajjj, ajjj, como una gárgara ronca y gatuna saliendo del pico curvo del búho. Por el ventanal de la sala veo que al fondo está la vieja casa rodante. No sé por qué está engualichada esa casa que nos dejó más de una vez en medio de la ruta. Está oxidada pero mi hombre dice que todavía puede echarse encima unos cuantos kilómetros y que podríamos irnos los tres al mar. Yo temo que vuelque y se liquide el bebé. Liquidar al bebé entre los dos. Entre las dos y las cuatro de la mañana viene lo peor, después afloja y vuelvo a hacerme de comer. Pero entre las dos y las cuatro me dan ganas de zarandearme. Veo el picaporte abrirse solo. Me veo yendo al bosque y dejando el cochecito cuesta abajo. Ajjj, ajjj, por suerte suena el teléfono. Amor, ¿a qué altura estás? ¿Doscientos ochenta kilómetros todavía? Ah, ¿te comiste el menú en McDonald’s? ¿Y después cargaste nafta? OK, llamame desde la próxima estación. Beso. Beso. Los llamaditos desde la ruta me entrecortan la chifladura. Vuelvo a ver si mi bebé duerme. Le pongo sus muñecos por orden de llegada. [...]

Fragmento del libro

Ariana Harwicz

Ocupación: escritora

Educación: Artes Performáticas, en la Universidad de París y Maestría en Literatura Comparativa, en Sorbona

Temas: deseo femenino, lealtad filial, maternidad

Matate, amor

Autor: Ariana Harwicz

Género: Novela

Editorial: Dharma Books, 2019