Bruno Widmann: un recuerdo de la memoria (1930-2017)

Bruno Widmann: un recuerdo de la memoria (1930-2017)
Por:
  • miguel_angel_munoz

Dos actitudes pictóricas me parecen sorprendentes en la obra del pintor uruguayo Bruno Widmann (Montevideo, Uruguay, 1930-2017): su redescubrir el lenguaje estético – configuración de signos – y ejercer en la figuración la forma de contemplar y valorar la pintura. Sus grandes telas no tienen tiempo ni espacio, de ahí que las atmósferas que crea parezcan al mundo desconocido de los sentidos: figuración, desfiguración, metamorfosis; pintura inmóvil que guía múltiples laberinto.

La búsqueda pictórica de Bruno Widmann es radical, establece un diálogo poético esclarecedor. Asume riesgos, llega al límite del vacío en la figura y, al mismo tiempo, la transforma. Conquista el espacio; el artista no tiene estilo alguno, ni tampoco que quiera expresar, ni representar. Tal vez quiere mostrar, o mejor dicho, dejar que la misma pintura se muestre tal como es, con su incomprensibilidad, su arbitrariedad y su sin sentido, o con un significado tan escondido y agazapado entre los intersticios de la realidad, que apenas pueda reconocerse. Es decir, Widmann es su pintura, su visión del tiempo, las relaciones entre forma y color, sensación y volumen.

He venido descubriendo en la obra de Widmann, ¿ cómo explicarlo?: materia, textura, color, sensualidad; rotación, gravitación que me mantiene a distancia y, al momento, me atrae, me sorprende. Quizá la palabra acertada para decirlo es: fascinación. Cada cuadro es un abanico que se cierra y se abre al momento; una vibración de formas que es un espacio vivo reflejado en sí mismo: es en otro momento revelación de secretos. Recibió, entre otros, premios: Primer Premio y Medalla de Oro en el XXX Salón Nacional de Artes Plásticas de Montevideo (1996), dos Gran Premio en Salones de Salto, y Premio Internacional de Pintura en la VI Bienal del Deporte en las Bellas Artes en el Palacio Velázquez de Madrid (1977). Realizó diversas exposiciones individuales y participó en más de cincuenta muestras colectivas entre bienales, instituciones culturales, fundaciones y ferias internacionales de América y Europa. Integra el acervo de dieciocho museos.

La trayectoria de Widmann en América Latina es fundamental; ha venido construyendo desde los años 70 un lenguaje indiscutible. Hay que asociarlo más con una actitud poética-pictórico que con cualquier ruptura estética y con posturas objetivas ante la obra de arte. Pintura que somete el acto plástico a

una serie de investigaciones entre la figura, las líneas y los espacios. Pintura que va más allá de los límites. Cada cuadro descubre un significado independiente.

Dije que Widmann, por otra parte, ha estado siempre dominado por una pasión que lo guía por la investigación, algo poco frecuente entre los artistas, excepción hecha por Juan Gris y algún otro caso aislado. Nuestro artista quiere conocer el camino de sus búsquedas y análisis formales, para imbuirse en los materiales. Con una temprana y completísima formación sólo al alcance de muy pocos, Widmann es, además, uno de los artistas uruguayos que pronto tomó contacto directo con la entonces emergente vanguardia europea. De hecho conoce y retoma las propuestas artísticas de Antoni Tàpies, Josep Guinovart, Gerhard Richter, o de latinoamericanos como Ricardo Martínez, José Luis Cuevas o Fernando de Szyszlo. En la temprana fecha de 1963, Widmann iniciaba su actividad como “pintor profesional”. Esto significa que, en su caso, la explosión creadora personal se desarrolló siempre en perfecta armonía con el estudio de lo que significaba el nuevo lenguaje de vanguardia y el diseño de un, a su vez, renovado método del arte. Widmann fue uno de los pocos artistas que prefirió trabajar en y desde Montevideo, Uruguay, convencido de que ese es el mejor camino para la modernización estética de su país.

Todo lo que acabo de apuntar está muy bien, pero un artista se define por su obra y la de Bruno Widmann es excelente. La excepcional calidad de su trabajo pictórico fue constante desde el principio de su carrera, pero lo que ha venido realiazando en la actualidad (quizá deba decir, en su etapa de madurez) posee una indudable relevancia internacional aún no debidamente reconocida.

Desde las perspectivas que abren las obras de Widmann podemos percibir un sentido doble: su animada voluntad por la figura y la oscilante geología por las atmósferas. En otros lienzos aparecen formas más líricas que son resultado de su exaltación por el lenguaje. Quizás este acto es, como decía Matisse, más de sensualidad que de racionalidad, lo cual da en momentos un equilibrio plástico más libre. Sólo que la libertad no es rigor, es fantasía propositiva: signo: constelación y, asimismo, la exploración de estos mundos descubren otros, más secretos, que son puntos de partida. De ahí su afán de pureza pictórica: el arte es un mero acto de comunicación, pero la pintura crea dimensiones que son inéditas. Al anunciar esta forma recuerdo unas líneas del poeta francés Benjamín Péret que me ayudan a descubrir otros sentidos:

Un ojo los miraba

y pronto levantaré el vuelo

a menos que una luz

salga del agua

con una carpa

para que todos los pelos revoloteen

hacia el polvo.

Estas miradas continuas lo han lleva a una pausa, y a una obstinada experimentación pictórica. Descubrir el secreto de las texturas y la composición. Estos dos elementos tienen en la pintura de Widmann una estructura común que los vuelve cómplices. Pasión crítica por la materia. Conjunción en momentos poética y en otro simplemente pictórica. Su pintura es arte intemporal, arte del espacio, y Widmann lo sabe, por ello sus grandes lienzos no tienen tiempo ni espacio, expresan formas contradictorias: buscan un significado. No quiero postular conclusiones sino arriesgar interpretaciones. Widmann busca, propone, explora, divaga. La paleta demuestra una ferocidad que celebra ante la tela, que devora al espectador. Su lógica es auténtica y justificada. No obstante, es deslumbrante. Es unión: delirio de la razón. Evoca, engendra, aborta mundos. Signo que encuentra sentido en la figura, cuya estructura se transforma en demoniaca. Creo que Widmann es cercano a una concepción circular y propia de la existencia, más que a otra meramente utópica, quizá por ello me parece más próximo a la obra de Franz Kline, Willem de Kooning o Esteban Vicente, quienes concebían el espacio, el tiempo y la casualidad como pieza clave de su obra; esto Bruno Widmann lo observa como motor de la diversidad que otorga el conocimiento de la pintura. Voz crítica de su propio trabajo o proyecto estético.

Por otra parte, sus figuras y las atmósferas extrapictóricas son contundentes; sin embargo, el mismo juicio le prohibe caer en propuestas intrascendentes. Como ocurre con Jean Dubufet, lo contradictorio es presencia constante en la pintura de Widmann. La obra de este artista en todas sus partes técnicas tiene como objetivo mostrar las posibilidades expresivas y enunciativas del arte de la combinación, de la productividad, de la manipulación gráfica y del estricto arte de la pintura. Widmann no pretende representar el mundo, ni rescatar la identidad latinoamericana, ni eexpresar su subjetividad, ni dar forma sensible a las ideas, ni complacer al espectador. No hay regreso: rompe moldes, por ello es sorprende su radicalismo artístico. Lo mismo ocurre con la poesía, no niega sino reconstruye lenguajes. Este silencio me lleva a pensar en Manet o Morandi, que desplegaron hasta el límite su propio tiempo.

Lo que desea nuestro artista, y consigue, es poner en actividad todas las facultades sensibles e intelectuales, para involucrarnos en un proceso de conocimiento que lleva al escepticismo y a la duda de la función del arte.

Ahora bien, es cierto que las nociones de la pintura y del estilo son inseparables; widmann viola el estilo y transgrede la pintura. El resultado es un conjunto único de obras. El artista conoce el secreto y lo transforma. Alquimia rítmica, disyunción y conjunción de una poética visual inédita. El doble rostro de la metáfora: el grito y el silencio. Profanación perfecta, intemporal, que se desplaza en cada trazo, forma, línea.

Si la magia es un signo universal, el proceso pictórico es la supervivencia de las formas. La pintura es traducción del mundo. El descubrir una realidad permanente. Cada uno de los cuadros de Bruno Widmann son un enigma del espacio; la figura se inventa en sí misma - símbolo antiguo -; aparece en todo momento. Observarla es oírla. La poesía está a punto de aparecer en cada cuadro. Se trata, pues de una experiencia estética-plástica universal, definida por la interacción de objetos, formas y seres que se concretan en la expresión de Widmann, los cuales actúan y se configuran a través de la materia en múltiples sentidos; se enfrenta a la discontinuidad y complejidad de la propia experiencia pictórica. Todo se ordena y, paralelamente, se desordena como si la convergencia del equilibrio fuera enemigo único de la gravitación, para que Widmann choque contra estas dos visiones del tiempo, y las contradice para volver materia viva la pintura.