El premio Nobel a un rebelde

El premio Nobel a un rebelde
Por:
  • larazon

Especial

El Premio Nobel a Mario Vargas Llosa ha sorprendido, no por falta de méritos literarios suyos, sino porque este escritor no representa el estereotipo de la mayor parte de los premiados con el más importante galardón literario mundial; es un hombre “políticamente incorrecto” y sus posturas políticas, ubicadas en el “liberalismo de derecha”, no son del gusto de la Academia sueca.

Sin embargo, el creador de varias de las mejores novelas latinoamericanas, se une a J M Coetzee y a Herta Müller, otros dos premios Nobel poco convencionales y de verdadero fuste, quienes son grandes protagonistas de la literatura universal contemporánea.

Esta vez, además, el criterio por el cual se le dio el Premio Nóbel al autor de La casa Verde, La ciudad y los perros, Conversaciones en la Catedral, Pantaleón y las Visitadoras, La Guerra del fin del Mundo, La fiesta del Chivo, entre otras obras, fue establecido con precisión:

“(Se otorga este premio) por la cartografía de las estructuras de poder y su reflejo agudo de la resistencia del individuo, de su rebelión, y su derrota”.

No podía sintetizarse mejor una literatura que ha vagado por los cuarteles, el burdel, las cantinas, la selva, lo grotesco, el asco, el sarcasmo, el idealismo, marcando los derroteros del poder y la degradación, exponiendo también el valor humano cuando resiste las fuerzas opresivas de la sociedad, de la vida y de la historia.

Es curioso como caemos a veces en los lugares comunes del establishment de izquierda, el cual domina los aparatos culturales en América Latina (y en la mayor parte del mundo): Mario Vargas Llosa, autor de derechas, un reaccionario como nos acaban de reiterar desde Cuba, cuando no hay quizás por ahora una obra literaria latinoamericana más crítica, más subversiva y más rebelde que la suya.

Algo similar sucedió con Octavio Paz, otro “liberal de derechas” premiado con el Nobel. La literatura del ensayista y poeta mexicano rompe los moldes del conformismo, pero sus posturas políticas, alejadas de las salmodias y las complicidades de la ideología de izquierda, provocaron también se le encasillara.

El espíritu libertario subyace en todas las novelas de Vargas Llosa. Y al hablar la Academia Sueca de la derrota de la rebelión y la resistencia del individuo, es porque en su obra hay un retrato realista de la grandeza última de la condición humana en esa derrota, frente al triunfo mediocre de los poderes establecidos.

Y es tarea de la gran literatura revelar y preservar la memoria y la inspiración de esa grandeza, la cual persiste a pesar de las circunstancias, la mezquindad, la degradación y el olvido.

Las concepciones liberales en lo político y económico del escritor peruano, se sustentan en los clásicos del liberalismo y en el sentido común, pero no han constituido tampoco una camisa de fuerza ideológica, entendida como una falsa conciencia, una simulación conservadora, una necedad ciega sobre realidades complejas.

Véase, por ejemplo, su denuncia reciente acerca de los abusos también de la globalización: “Detrás de la crisis financiera y de la conducta de los grandes banqueros y de los grandes empresarios, hay una moral degradada por la codicia. Y esa es una forma terrible de la incultura” (El Mundo, 03/09/2010).

Su última novela, El sueño del celta, la cual estará próximamente en las librerías, ya con el empuje del premio Nobel, rescata a un personaje, Roger Casement, quien hizo la denuncia del genocidio colonialista de Leopoldo II de Bélgica en el Congo. Casement, quien inspiró a Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, asumió la causa de la independencia irlandesa siendo británico, se opuso a la explotación y el exterminio de los negros en el Congo belga, una tragedia oculta, uno de los grandes crímenes del colonialismo occidental. Era un homosexual padeciendo la hipocresía victoriana, un mártir también, ejecutado en la Torre de Londres en 1916, por su activismo político no sin sufrir antes el encierro, la humillación y la tortura.

Al contrario de otros autores, tan famosos como él, Mario Vargas Llosa sigue escribiendo sin desmerecer su obra pasada, pues no hay casi altibajos en su trabajo; el Premio Nóbel se ha honrado así esta vez premiando a un rebelde, porque los mejores escritores hacen siempre de la palabra, a través de la creación literaria, un acto de rebeldía verdadera frente al mundo.