Homenaje al creador Carlos Cruz-Diez, el poeta del movimiento
Después de una prolífica carrera de más de 70 años, el pasado murió el pasado 27 de julio, en París, a los 95 años el venezolano Carlos Cruz-Diez.
Afincado en en Francia desde 1960, Cruz-Diez fue uno de los precursores del arte cinético, en el que la luz y el movimiento surgen desde la superposición de planos y secciones de color que permiten al observador recorrer y mirar los cambios que la obra vive con su desplazamiento en una interacción única que Cruz Diez llevó a la más pura “sofisticación” lúdica y plástica.
Hoy, en el contexto contemporáneo y después de la apoteosis de la posmodernidad, enfrentarse a la obra de Carlos Cruz-Diez implica una experiencia vital; imaginemos lo que debió haber supuesto la observación de sus creaciones en los años sesentas y setentas, momentos de por sí vanguardistas en la escena artística internacional.
Realizada a partir de ejercicios matemáticos y cromáticos, y de formar parte de las colecciones de los museos más importantes del orbe, el arte de Cruz-Diez ocupa un sitio importante en su país, Venezuela, igual en piezas urbanas que en la intervención en el aeropuerto internacional Simón Bolívar, diezmada y descuidada en estos difíciles tiempos venezolanos.
El trabajo de Cruz-Diez es una vivencia gozosa pero más que nada, incluyente. Heredera de la creativas escenas artísticas venezolana y brasileña de los cincuenta, —contextos de la proyección de la ciudad de Brasilia y de la construcción de la Universidad de Caracas, uno de los últimos bastiones de aportación cultural y arquitectónica de ese país—, la experimentación cinética de Cruz Diez, junto con los penetrables de Jesús Rafael Soto y la obra de Alejandro Otero han sido capitales en la ruptura de los paradigmas de que el “buen arte” debe ser culto, lejano del observador y sobre todo, poco comprensible. En Cruz-Diez la contundencia y el impacto visual de su obra lo dicen y lo explican todo.
El Dato: Dos años después, se trasladó a París, donde empezó a experimentar con el arte cinético mientras enseñaba en la Université d’Enseignements et de Recherches.
Pensemos que el creador propuso y activó una genuina globalización, mucho antes de que este concepto de unión, ruptura de fronteras y de comunión fuera una herramienta política y socioeconómica a fines del siglo XX. Afirmo esto por la manera en que la creación del venezolano cautiva y hermana a todos los que la miran mediante la vivencia del color y la participación, sin importar edad, bagaje cultural y/o conocimientos de arte, de ahí que en un entorno disparejo y turbulento, fuera un artista venezolano quien se encargara de unir y emocionar a diversos públicos a través del impactante orden del cinetismo.
Con su vida y obra, este gran artista deja una lección de estética, unidad y empatía, algo que sus compatriotas en el poder deberían emular.
Entre colores, luz y movimiento, descanse en paz Carlos Cruz-Diez.
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