La barbarie sentimental estadunidense

La barbarie sentimental estadunidense
Por:
  • alejandro_de_la_garza

Entre globos, luces y música pop, la demagogia asciende hasta el nido del escorpión en lo alto del muro. Nada acalla la estridencia de las elecciones en Estados Unidos, donde el más ofensivo neofascismo se enfrenta al más ofensivo neoliberalismo. El venenoso no se engaña: ese país es gobernado por oligarcas de Wall Street, grandes financieras y corporaciones gigantes, todos beneficiarios de la crisis hipotecaria y financiera de 2008.

El arácnido perfila el combate: En la esquina republicana, el demagogo multimillonario aprovecha el miedo al terrorismo, el enojo de los trabajadores desplazados por el libre comercio, el odio hacia los ilegales y los musulmanes, el desprecio a la política y aún el temor de esa nación a no alcanzar su destino (manifiesto), para proponer una solución violenta e impolítica.

En la esquina demócrata, una candidata de poco fiar, con mandíbula de cristal y convertida de pronto al populismo más gringo, pretende unir a los grupos sociales, tender puentes y derribar barreras para los trabajadores, la clase media, los afroamericanos y las mujeres a quienes treinta años de neoliberalismo no han ayudado. Con el logro de ser la primera mujer candidata a la presidencia, promete (In God we trust) no beneficiar más a Wall Street ni a los “millonarios paquetes de intereses” patrocinadores de su campaña.

La descomunal explotación del sentimentalismo popular de ambos candidatos parece buscar la legitimación de las emociones como un valor de humanización ante la frialdad de la razón. “No pienses, ¡siente!”, parecen decirnos, como sucede en todas las elecciones, pero ni el neofascismo ni el neoliberalismo evitarán la crisis (capitalista) de una sociedad armada hasta los dientes, racista y paranoica ante el fin de su hegemonía.

En su libro de ensayos Un encuentro (Tusquets, 2009), Milan Kundera escribe sobre la barbarie sentimental y cita a Jung: “El engaño al cual nos conducen los sentimientos ha adquirido proporciones realmente inconvenientes.

Pensemos en el papel del todo catastrófico de los sentimientos populares en tiempos de guerra. La sentimentalidad es la superestructura de la brutalidad”.

Antes de reptar a su resquicio en el muro, el alacrán advierte en el ejemplo electoral de Estados Unidos una muestra de cómo la barbarie sentimental revela ser una superestructura de la brutalidad, siempre presente en el odio, la venganza y las victorias sangrientas.