Poesía, esencia de la literatura: David Huerta

Poesía, esencia de la literatura: David Huerta
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  • carlos_olivares_baro

El poeta me mira y sonríe: está agotado después de una larga jornada de celebraciones, conferencias de prensa, abrazos y reconocimientos. David Huerta (Ciudad de México, 1949) en la mañana del sábado recibió de manos de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, el Diploma y Medalla que lo acreditan como el ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019. El acta del jurado asentaba que le confería la distinción “por su dominio y asimilación de las más diversas tradiciones líricas”.

Profesor universitario de Lengua y Literatura Española, el autor de El azul y la flama se identifica dentro de esas corrientes poéticas determinantes en su formación; pero, reconoce que desde muy pequeño, los primeros encuentros con la poesía tuvieron cauce a través de su padre, el poeta, editor y periodista, Efraín Huerta.

“Vi de cerca el trabajo de pintores, poetas y artistas que frecuentaban a mi padre. La poesía me llegó en acercamiento con las mismas personas que la practicaban. De joven, a finales de los años sesenta, dirigí una revista cultural, La Mesa Llena, en que aparecían textos de Barthes, Kristeva, Deleuze y Foucault. Figuras que fueron determinantes en mi generación, estaban de moda en esa época febril en que teníamos el afán de comernos el mundo”, evocó en entrevista con La Razón en la FIL de Guadalajara, David Huerta.

¿Además de textos teóricos de filosofía y política, qué otras lecturas contribuyeron en su formación? Todos esos autores, todos esos movimientos fueron muy importantes para mi generación; pero, yo afirmo que más importantes fueron para mí las lecturas de Borges, Onetti, Vargas Llosa, García Márquez, Rulfo y Revueltas, entre otros más cercanos a mi contexto.

[caption id="attachment_1061260" align="alignnone" width="300"] El poeta, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Foto: cortesía Pedro Andrés/FIL[/caption]

"De joven, a finales de los años sesenta, dirigí una revista cultural, La Mesa Llena, en que aparecían textos de Barthes, Kristeva, Deleuze y Foucault. Figuras que fueron determinantesen mi generación”

David Huerta / Poeta

 

El poema-libro Incurable se ha convertido en una referencia obligada de la poesía en lengua española. ¿En qué radica su trascendencia? Eso lo saben mejor los críticos y estudiosos de la poesía latinoamericana. La crítica ha dicho que es una narración lírica de influjos joyceanos y neobarrocos con Góngora, Quevedo y Lezama Lima como centros.

¿Poética de experiencia de vida? En esos años, todo lo que me sucedía se convertía en escritura. Incurable es más que todo un compendio de 389 páginas que intenta trasmitir la experiencia de escribir, sobre todo, poesía.

¿El poema tiene una elucidación? Como profesor explico la poesía como una asignatura, en un marco docente. Pero, el verso cala en la emoción, punza lo íntimo y eso no se expone en una clase. Ahora, considero muy importante impulsar el fomento a la lectura de poesía desde la más temprana edad.

Integra usted a partir de hoy un catálogo de prestigiosos poetas que han ganado el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances... Imagínese usted el compromiso que eso conlleva: estar al lado de Juan Gelman, Olga Orozco, Ida Vitale, Nicanor Parra, Rafael Cadenas, Yves Bonnefoy, Eliseo Diego, Cintio Vitier y Tomás Segovia. Soy el décimo poeta que lo recibe de nacimiento y origen mexicano. Este galardón lo recibo en nombre de mi generación.

¿De qué se nutre su poesía? De todo lo humano —perdón por el lugar común—, de mis lecturas, de las películas que veo, de la música que escucho, de la calle, de la conversación con los amigos... Son múltiples las cuencas donde bebo, donde me empapo de la realidad. Son variados los detalles que me alimentan y me conminan a escribir versos.

¿Una posible definición de poesía? Creo que la poesía sobrepasa a los géneros literarios. El verso dice, desde la oralidad, la conmoción íntima. La poesía es la esencia de la literatura.

Simulacro (Fragmento de Incurable)

Por David Huerta

El mundo es una mancha en el espejo.

Todo cabe en la bolsa del día, incluso cuando gotas de azogue

se vuelcan en la boca, hacen enmudecer, aplastan

con finas patas de insecto las palabras del alma humana.

El mundo es una mancha sobre el mar del espejo,

una espiga de cristal arrugado y silencioso,

una aguja basáltica atorada en los ojos de la niña desnuda.

En medio de la calle, con el ruido de la ciudad como otra ciudad

conectada en la pantalla de la respiración,

veo en mis manos los restos del espejo: tiro todo a la bolsa y

sigo mi camino,

todo cabe en la bolsa del día, incluso la palabra incluso,

un manchón negro en la línea que se va deshojando en la boca.

Si me acercara, con un sonido genital y absolutamente húmedo,

tocando las paredes del miedo con manos espaciosas y una

circulación de letras aplastadas contra la linfa color de olvido;

si me acercara, seco y coordinado en los pliegues, oyendo el paso

de los otros en el techo,

una legión sorda, un estertor de marabunta, un hueso

desmoronándose,

una lluvia caliza por el suelo, en el paladar;

si me acercara, si desmenuzara una figurilla con los dedos que

gotean vino;

si me procurara un placer, un desvío, un tocamiento de nubes o

un roce plateado,

un manoseo en el oro, un deslizarse en la entrepierna de los

muebles para dormir ahí un sueño de saliva y silencio;

si me acercara, dando en el tiempo un acorde caliginoso, un tempo

fúnebre de reunión a oscuras...

En Guadalajara, Jalisco

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