Luis Zapata regresa con Sombras y sueños

Luis Zapata regresa con Sombras y sueños
Por:
  • larazon

Foto Especial

El nombre de Luis Zapata (Chilpancingo, Guerrero, 1951) ocupa un lugar preponderante en el panorama de las letras hispanoamericanas. El vampiro de la colonia Roma (1979), En jirones (1989) o Siete noches junto al mar (1999) son libros de culto dentro de la literatura mexicana.

El eterno admirador de Angélica María entrega Como sombras y sueños (Cal y Arena, 2014), novela que apela a la ficción del recuerdo personal, el diario, el apunte, la cita, la intertextualidad y la introspección, en una suerte de bitácora que explora los amarraderos y visos de la depresión hipocondríaca.

Después de algunos años de ausencia en librerías el autor del texto pionero de temática gay en México, conversa con La Razón: “Nunca he estado en silencio. Escribo siempre. El problema quizás sea, que no me gusta andar exhibiendo mis manuscritos a todo el mundo: espero a que me inviten a publicar. Esta nueva novela se edita por una invitación de los editores de Cal y Arena”, comenta el relator que produjo encontradas reacciones en los años 80 por las rondas de su personaje Adonis García, meollo de El vampiro de la colonia Roma.

Orlando Barreto, protagonista de esta visible oscuridad, relata los itinerarios de su naufragio existencial. “Si le preguntan qué síntoma de la depresión lo perturba más, Orlando Barreto no sabría qué contestar. A veces piensa que el miedo”, acentúa un narrador.

“Las señales de esta novela recurren a la oralidad. Puedo decir que hay ciertos reflujos autobiográficos por ahí. Pero, la ficción determina los talantes del protagonista, sus confesiones, y, asimismo, su mirada sobre el entorno que lo arropa, y también lo desnuda”, precisa el autor de Hasta en las mejores familias (1975).

Prosa con ciertas delineaciones de la Nouveau Roman (Butor, Robbe-Grillet, Duras...), flujos y sinuosidades que recuerdan a la Virginia Woolf de Las Olas, indolencia camusiana y atisbos al Styron de Esa visible oscuridad. Un texto hipocondríaco que rinde tributo al acto de escribir (“El tiempo que no escribo es un tiempo que no vivo/ El tiempo que no escribo es un tiempo que no avanza, que sólo se consume así mismo”: Orlando Barreto). Regreso de Luis Zapata entre sugestivas lobregueces, espejos y exilios que sus lectores celebran.

Como sombras y sueños

Otra vez, inesperada pero siempre temida, llega la depresión a la vida de Orlando Barreto. Los primeros días, quizá semanas, sólo se manifiesta por medio de un ligero cansancio que no llega a ser alarmante: Orlando Barreto tiene más ganas de dormir, y busca la cama para hacer pequeñas y reparadoras siestas. Se dice que está recuperándose de la anterior temporada en que anduvo activo, entusiasta, acaso eufórico. Así es esto de la energía, se dice; es normal, son rachas, no se puede estar todo el tiempo arriba. Pero la verdad es que el sueño a veces se vuelve inoportuno, y Orlando Barreto cabecea incluso cuando se sienta a la mesa para comer (¿o eso fue antes?, sí, eso fue antes, durante los últimos días de la temporada activa/entusiasta/eufórica: mientras Orlando Barreto se movía, todo estaba bien, pero bastaba con que se sentara en una silla, en el asiento de un coche —afortunadamente él no maneja—, en el sillón de una sala en una fiesta, para que el sueño se apoderara de él, como si tuviera narcolepsia). Luego, la necesidad de sueño va en aumento, y ya no son suficientes las pequeñas siestas y los cabeceos: duerme una o dos horas en la mañana, una o dos horas en la tarde. Aún piensa que está reponiéndose y que pronto pasará esa etapa. Pero no pasa, y viene entonces el desaliento, las preguntas sobre el sentido de su vida, esas preguntas que no tienen respuesta, o sólo una respuesta que él no quiere oír, ¿o sí?, ¿sí quiere?

Fragmento del libro publicado este año