Novedades Editoriales

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Por:
  • larazon

Eugenio Aguirre / Gonzalo Guerrero . Editorial Planeta, 2012. Siglo

XVI, una carabela naufraga al sur de Jamaica con expedicionarios españoles: el mar empuja a los marinos sobrevivientes hacia las costas de territorio maya. Apresados, los más fuertes son sometidos a los rituales del altar de los dioses locales: sólo dos subsisten al paso de los años, Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero. El marinero Gonzalo Guerrero apenas se vislumbra en limitadas referencias de la crónica del descubrimiento y conquista de la Nueva España. Pero Eugenio Aguirre (México, DF, 1944) ha escrito una de las fábulas más hermosas del enfrentamiento de dos personajes que zanjan sus vidas por cauces opuestos. Cuando Hernán Cortés llega en 1519 a la isla de Cozumel se entera de que en esas tierras varios náufragos españoles, de expediciones anteriores, son prisioneros de los mayas y dispone a sus oficiales el rescate inmediato. El rehén español Jerónimo de Aguilar, al enterarse de la presencia de naves españolas, decide avisar a su compatriota Gonzalo Guerrero y va en su búsqueda. “Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerra. Id vos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¿Qué dirán de mí cuando me vean esos españoles ir de esta manera? Y ya veis éstos son mis hijos y cuán bonicos son” (Bernal Díaz del Castillo), responde con firmeza el marino Guerrero. Primera declaración y aceptación del mestizaje: Gonzalo Guerrero, náufrago español del siglo XVI, enamorado de las piernas, los pechos y las grupas de las aborígenes mayas, renuncia a su patria, a su Rey, a su religión: contrae matrimonio y se asienta en las tierras de Ma’ya’ab. El renegado, el traidor —según los españoles—: Gonzalo Marinero, Gonzalo de Aroca, Gonzalo de Aroza, Gonzalo el Hombre: padre del mestizaje en América. Jerónimo de Aguilar encarna la fidelidad. Eugenio Aguirre traslada esa curiosa leyenda a la cartografía de la literatura. Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero: dos azares: dos gestos enclavados en el tiempo. Recapitulación de un incidente singular del descubrimiento de América y retrato del joven guerrero, marinero y militar acosado por los deseos. Mujeres mayas que abonan en su vientre la simiente del primer mestizo. Jerónimo de Aguilar se decide por el regreso a las naves; Guerrero advierte el destino de su espíritu y levanta los horcones de lo que somos hoy. Morirá luchando en contra de los españoles: la cultura maya ha dibujado su ventura y ha definido su andar. Aguirre es un apasionado de la novela histórica, su biografía Hidalgo produjo polémica y asombro entre los curadores del falso museo de los héroes patrios al recrear a un “padre de la nación” en todos sus esplendores y miserias. En Gonzalo Guerrero, la historia se vuelve a escribir desde la fronda de la alegoría. Técnica narrativa oscilante entre la crónica y la biografía, en un contrapunteo de la tercera y la primera persona: narrador omnisciente y narrador protagonista en rondas enunciativas en las que se cruza lo anímico de los mohines y avatares de Gonzalo Guerrero con la visión de un relator en recodos de un lirismo imperioso y desbordado. “Su cabello, joven y viril, se perdía besando el hálito del viento” (tercera persona). “Bajé por la escotilla de popa y me introduje por entre el laberinto de vigas, maderos, toneles y cuerdas que constituían el mundo subterráneo del buque” (primera persona). El Alejo Carpentier del Siglo de las luces se asoma en algunas gradaciones discursivas. Fábula que revive a un personaje de múltiples aristas y riqueza humana admirable.