“La violencia humana es un asunto cultural”*

Entrevista con Santiago Genovés

Santiago Genovés
Santiago GenovésFoto: Especial
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Científico y humanista. Premio internacional de la Paz (Barcelona, 1968) y Premio de la Academia de la Investigación Científica en el Área de Ciencias Naturales de México, 1968. Santiago Genovés (Orense, España, 1923- México, DF, 2013) nos descubre en su libro Expedición a la violencia, un estudio importante sobre el comportamiento agresivo que el ser humano ejerce en sí mismo y en la naturaleza. Un libro que vino a constituirse en una ampliación de la declaración sobre la violencia, la cual fue adoptada por la UNESCO y por más de cien sociedades científicas del mundo. Con más de 50 años de trayectoria, que lo llevó a ser fundador de la Academia Mexicana de Ciencias, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y pertenecer a la primera generación de antropólogos mexicanos que hicieron escuela y abrieron brecha en el camino de la ciencia que estudia al hombre. En 1962 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

Santiago Genovés es autor de más de 30 libros, entre ellos: El Mar, los Peces y Yo; El Pájaro Rojo o El Viaje a Nigeria; Solo: Un Hombre en el Mar; Balsa de Papyrus, a través del Atlántico; ¿Por qué Acali? ; El mono inquisitivo: Convivencia y comportamiento humano, entre otros. Obtuvo su doctorado en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, por lo que reconocía haberse formado en México y un poco en aquel país europeo.

Santiago Genovés reflexionó sobre los motivos de la agresión, desatados por el hombre de este fin de siglo, entre los que destaca el uso irracional de la tecnología u la ciencia, que hoy causa graves desequilibrios. Consideraba que la violencia no está genéticamente determinada porque es un producto de la cultura. Enfatizaba el hecho de que la violencia surge y se desarrolla a partir de que las relaciones sociales se institucionalizan: perdiendo la identidad entre los hombres, el trabajo se codifica y las relaciones de producción también. Genovés fue investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México y fungió como investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas.

-Profundizando un poco más en la violencia, desde un punto de vista científico y antropológico ¿cómo explicaría usted los actos vandálicos suscitados por el deporte? Por ejemplo el “maracanazo”, el asesinato del futbolista colombiano, los hechos de los Ángel de la Independencia. Hechos que podrían provocar felicidad finalmente derivan en violencia.

-En primer lugar, yo si fui al Angelito, estuvo cabrón. No me metí en medio, dejé el carro aparte. Vi que hubo dos muertos, una violación y cincuenta heridos… ¡pero momento! Ahí calculo que había doscientos o trescientos borrachos, drogados y valemadres. Pero yo que soy cabrón me quedé –iba con saco y corbata- y vi lo que no ha dicho ningún periódico. Se exalta el acto de vandalismo, pero entre siete y ocho de la noche, por el Paseo de la Reforma, vi pasar creo que cerca de un millón de gentes jóvenes, papás con criaturas pequeñas a cuestas o en carreolas, disfrutando del paseo desde el Ángel hasta la Diana y vuelta. Esto no lo ha dicho nadie, a nadie le interesa. Lo que vende es la nota roja. Aquello era un gozo, ver gente joven disfrutando del Paseo de la Reforma, gritando “Viva México”. Eso se debió haber dicho porque vi una alegría mayor que las que he visto el 16 de septiembre.

Santiago Genovés
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-Entonces hay una tendencia a eliminar el gozo y exaltar el lado violento y agresivo del hombre.

-Intencionalmente, si mañana se inventa en Argentina un sistema para que os sordomudos oigan y hablen es una nota chiquitita en la página 40 de cualquier diario. Si se muere un policía en Argentina aparece en la primera página. Todos los países se nutren de lo mal que están los otros para resaltar lo bien que estamos nosotros. En Argentina si pasa algo malo en México es la primera plana y viceversa. Cayó un avión y murieron dos. Desde un helicóptero nos informan que en la calle atropellaron a un niño, pero sobre la pobreza o la riqueza circundante no se nos dice nada.

Sobre la agresión y la violencia, ojo. Hoy sabemos que la ciencia progresa y que tiene una diferencia fundamental con el arte. A Juanito Rulfo nadie lo va a corregir jamás, ni a Cervantes, ni a Dante, en cambio la ciencia se corrige constantemente. Se creía hasta hace unos ocho o diez años que la violencia era algo como el dormir, el creer o el morir. Lo que hemos descubierto de manera interdisciplinaria es que la violencia en un asunto cultural. En la declaración sobre la violencia se declara que: primero, no está genéticamente programada en nuestro ser; segundo, que no nos viene de nuestro pasado animal; tercero, que en el proceso de la evolución no ha habido una selección mayor haca el comportamiento agresivo; cuarto, que no está en nuestro cerebro; y quinto, que no es un instinto…

-Usted habla de las utopías, ¿Considera que son motor de la historia y que la violencia que engendra está justificada?

En primer lugar: somos utopía. Yo estoy con Tomas Moro. El ser humano es una serie ininterrumpida de utopías, por eso estamos aquí. Lo que parece ilógico e inalcanzable e razonable se convierte en los grandes avances de la humanidad. O si quieres, Gandhi ya acercándonos a la política, libera la India en el año 47 sin disparar un arma. Un pequeñito, feo, ya mayor, criado primero en Á frica, libera a 800 mil hindúes.

-Entonces yo creo que sí, que Tomás Moro es el que libera, lo mismo que la locura. Todo lo que se ha hecho en este mundo y lo que se hará, son locuras. Eso es que va junto a la utopía. No es la locura de irse a un restaurante a la Zona Rosa, tomarse tres copas e inventar el mundo, o decir que se ha escrito algo mejor que Gabrielito García Márquez o Petrarca.

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-¿La sexualidad como función biológica es lo que finalmente todavía no hay?

-No hay y yo creo que no va a haber.

-Pero ésta no es una violación también de las relaciones humanas?

-Es que las relaciones humanas… la sexualidad hoy, hacer el amor, está al alcance de cualquier esquina. Ya no hay la aventura: primero con la mamá, “un momento, voy al baño”, te vas detrás te mentes la mano un poquito o lo que sea y luego hay que volver. Entonces ante esa banalización de la sexualidad se buscan otros caminos, porque no olvidemos, que la sexualidad, bien hecha, es el acto de comunicación número uno en el planeta.

Ahí yo me referiría a Juan Ramón Jiménez… “no sé, con qué decirlo porque aún no está hecha mi palabra”. Bueno, y escribimos, y se nos quedan entre líneas muchas cosas. Y en el acto sexual es cuando nos comunicamos sin palabras que nos falten. O sea, el acto número uno de comunicación es el acto sexual. Y entonces, ante la facilidad (no te los estoy resolviendo todo) del acto sexual en la esquina, como nos dé la gana y a cualquier hora, se buscan otras maneras para hacerlo más venturoso.

*Esta entrevista pertenece al libro La vida constante. Conversaciones en el tránsito del milenio, de Miguel Ángel Muñoz, editado en España por la Junta de Extremadura y en México por Editorial Praxis.