Futbol mexicano

Un halcón y un lobo solitario

Gustavo Peña, El Halcón, y José Alves Zague, el Lobo solitario, referentes emblemáticos del futbol nuestro en los 60 y 70 formaron parte de una generación de futbolistas que enamoraron y acapararon la atención de los aficionados

José Alves Zague, previo a un partido con el América, en 1968 y Gustavo Peña, antes de un juego amistoso entre México y Perú, en 1970.
José Alves Zague, previo a un partido con el América, en 1968 y Gustavo Peña, antes de un juego amistoso entre México y Perú, en 1970.Foto: Mexsport
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La relación que guardamos con las y los futbolistas pasa con facilidad pasmosa del amor al odio. Invariablemente, guardamos en nuestra memoria los recuerdos de los futbolistas como parte de los pasajes de nuestra vida, con lo que vamos construyendo colectivamente la memoria futbolera.

En buena medida, la historia del futbol se escribe entre los aficionados. Somos capaces de repetir, una y otra vez, lo que hicieron por más insignificante que pareciera. Los futbolistas, en lo general, pierden de vista lo que significan para los aficionados sin importar si juegan bien o mal.

Hay algo de razón en ello. Cada semana los jugadores tienen que enfrentar una nueva historia en la cancha, cada partido es algo nuevo que hay que preparar a lo largo de la semana: en tanto que para los aficionados es lo que viene, pero es también significativamente lo que va siendo.

No es casual que a menudo seamos los aficionados quienes sabemos más de los jugadores que ellos mismos.

La memoria futbolera se eterniza y forma el recuerdo para las conversaciones y, quizá, para repetir, una y otra vez, lo mismo con los amigos. La extraordinaria Sofía Álvarez reclama, con toda razón, el porqué en todas las conversaciones y comidas, invariablemente terminamos hablando de futbol, y por qué nos la pasamos los domingos viendo, una y otra vez, lo que ya vimos.

Los jugadores no son muy conscientes de esto. Saben que viven buenos y malos partidos y, aunque los aficionados seamos conscientes de ello, al final les perdonamos casi todo, sin importar si jugaron bien o mal.

Lo importante para los futboleros es saber que están y viven entre nosotros y que los vamos a ver cada semana, o al menos intentaremos verlos. Son parte fundamental de nuestro pasado futbolero y de nuestra semana.

Hace unos años, conversando con el hoy perseguido e impugnado Michel Platini, le recordábamos su muy destacado paso por la Juventus de Turín. Hablamos de aquellos partidos que transmitía Imevisión los domingos en la mañana de la liga italiana. Nuestra gran sorpresa fue que recordábamos, en más de un momento, mejor que él sus partidos, pases, fintas, goles y actitudes. Al final resultó que el aficionado, con su memoria futbolera, lo acompañaba al igual que el balón.

La relación del aficionado con los futbolistas es uno de los elementos clave que le dan sentido al juego. Los recordamos como parte de nuestras vidas, de nuestro pasado y son una forma más de querer al futbol

La relación del aficionado con los futbolistas es uno de los elementos clave que le dan sentido al juego. Los recordamos como parte de nuestras vidas, de nuestro pasado y son una forma más de querer al futbol.

Es probable que los futbolistas nunca terminan siendo conscientes de ello. Quizá no tienen perspectiva de lo que pueden significar para los aficionados, tanto en lo personal como parte de la presencia en la añorada tribuna, por los tiempos de pandemia, o de doña tele como el testigo que a menudo vocifera.

Muchas cosas han cambiado desde los 60 y 70 en la vida y el futbol. No sólo tiene que ver con la forma en que se juega, también tiene mucho que ver con los aparatos de comercialización y difusión del juego.

El aspecto más importante en todo esto es la irrupción de las mujeres en el futbol. Ya hay claros indicios de ello, el siguiente paso será el de los salarios, como ya lo exigen las futbolistas de la selección femenil de EU.

La muerte esta semana de Gustavo Peña, El Halcón, y José Alves, Zague, El Lobo Solitario, referentes emblemáticos del futbol nuestro en los 60 y en los 70, nos llevó al pasado en medio de una nostalgia de la vida y del futbol, y lo que ha significado para muchos de nosotros.

Jugaron en tiempos en que el juego a menudo era definido como de “peladitos”. El Capi Peña y Zague formaron parte de una generación de futbolistas que enamoraron y acapararon la atención de los aficionados.

Estuvieron lejos de vivir las mieles de un profesionalismo atractivo, voraz y feroz. Fueron capaces de concentrar la atención de los aficionados, en tiempos en que en algún sentido también nos acompañaba la ingenuidad.

Los recordamos como parte de nuestra historia, identidad, afición, memoria futbolera y pasión por el juego. Fueron en cada uno de sus equipos referentes, su muerte nos volvió a acercar y a recordarlos como parte de nosotros mismos.