Pésimo encierro; los matadores porfían

Pésimo encierro; los matadores porfían
Por:
  • praxedis_razo

Con salida contraria y 586 kilos, Espantasuegras, negro jirón bragado, levemente calcetero lomitendido carifosco y badanudo rabón y lucero, fue para el galo Sebastián Castella, turquesa y crucetas oro, que lo recibió con gran remate de saludo. Con un fuerte doble encuentro con la pica de César Morales y una primera estampa de antología al quite de Octavio García, por media verónica a pies juntos, el De la Mora fue un ramillete de derechazos por lo bajo, todas las citas por la espalda y los desdenes; una faena que subía de tono a pesar del rajón que se debatía con el repertorio variopinto del primer muleta que pegó por final un pinchazo.

Para Octavio El Payo García, perla y oro, el primoroso y ovacionado Quitapenas y sus 628 kilos de cárdeno listón bragado, monstruoso de cuello se tradujo en una gran verónica de saludo, otro gran encuentro con su picador, un par de pésimas banderillas de Fernando López y luego todas unas tandas de cortísimas embestidas.

Un poderoso ligue de cinco derechazos con despaciosos remates de pecho, naturales más desesperados, pero profundos, con un toro quedado El Payo conseguía el milagro del toreo en redondo, sacándole toda el agua al desierto inmenso que pasaba sin más. Con una dozantina de peso y suavidad, la tanda final de cambios por la espalda, imponiendo mucha muñeca en un último natural, dejó un cuarto de espada, un aviso y una malograda faena.

El dato: 590 Kilogramos fue el inédito peso promedio de este encierro.

Bandolero, largo carifosco, nevado bragado, rabón cornitrasero, de seis toneladas, fue la primera suerte de Juan Pablo Sánchez, salmón y oro, quien saludó por rebolera al tercero de la tarde, picado en la contraquerencia por Héctor Cobos, pasado por buenos rehiletes por Héctor García y no más en el descolocado toreo del hidrocálido, a quien también le tocó en mala suerte, Finaestampa, 650 de peso, zaino corniapretado, supuesto cierraplaza que no significó más que desorden absoluto en el pandero.

Mi TX, 563 de rodada, avacado enmorrillado, jirón meano, tardó en encelarse hasta llegar al justo castigo de palo de Efrén Acosta. Mejor por los quites, chicuelinas de altura, pasando por buenos palitroques, todo el tercer tercio fue empeñarse deslucidamente, con la punta de la muleta, ya sin público que lo siguiera. Lo mejor, el estocadón tendido, al paso con un aviso y un descabello.

Como segundo para El Payo, Gitanillo, careto nevado, cárdeno tremendo de 628 kilos, altísimo enmorrillado y listón pasó por gran puyazo, y de tono en tono con una muleta mal templada tuvo a bien regalar un séptimo hasta mal matar. Emilio Ríos, para finiquitar al fernandito, puntilló con esmerado sentimiento; cayó entonces el segundo de regalo del francés.

Río dulce, de la misma divisa, con 562 kilos, cárdeno bragado corniapretado, fue el primer regalo para el de turquesa; pasó por buenas banderillas de los García y llegó pleno a su coleta que en los tercios vio hilar un manso mejor por derechas, gustándose, eso sí, pasándose de faena en el día de su santo, Sebastián, y pegando un bajonazo tendido, yéndose sin la oreja.

Mar de nubes, 570 de peso, meano caribello, vuelto de pitones enmorrillado, hondo y largo bien puesto, fue el segundo de regalo; ahora sí, último de la noche helada de la Plaza México, con toda la lunaza ardiente en lo alto, y fue para el queretano García, quien por más que pirfió, no vio la luz, con todo y aviso. Romero se aventó unas buenas banderillas, de riesgo, como para tomarse en cuenta, y nada más; así se cerró una tarde que gozó de mucho peso y poco espectáculo.