Ojos de perra azul

El dedo acusador

El dedo acusador
El dedo acusador Foto: Cortesía de la autora

EN LA BIBLIOTECA de la escuela, dos de mis libros estaban en el estante correspondiente a la letra Z, lo que me dio mucho gusto. En una de las paredes había un cartel con mi fotografía, “Autora invitada”, a un lado de mi trayectoria literaria. Sonreí. Eran las diez, hora de mi conferencia.

En la explanada estaban los chicos y las chicas de secundaria. Sentí un pequeño nudo en el estómago. Los adolescentes son un campo minado. No se impresionan con facilidad. Herméticos, difíciles de sorprender, quieren todo y nada, aman, desafían, viven a tope. Mi único objetivo era lograr que vieran a la literatura como algo que podía tratar temas de su interés, más allá de las pantallas y los videojuegos.

Hablaban. Y hablaban. Y veían su celular. Como si yo no estuviera ahí. Una maestra me presentó, ellos apenas reaccionaron. Dijo mi nombre, mencionó mis libros, estudios, nada les significaba. Y tenían razón. ¿Eso qué?

COMENCÉ A CONTARLES CÓMO ME HICE ESCRITORA, cómo descubrí el placer de la lectura. Mi propia voz me sonó ajena, monótona, torpe. No estaba logrando nada, sus gestos apáticos me lo confirmaron. Sin pensarlo mucho, tomé la decisión de leer uno de mis cuentos sobre tres muchachos de su edad que tenían una relación romántica, intensa, con altibajos, tan pasional como dolorosa. Al principio no me escuchaban, dudé un momento, pero decidí seguir, era mi único recurso para vincularme con mis jóvenes oyentes.

Sentí su dedo penetrar mi vagina. Cada vez lo metía más, se me iba la respiración, percibía un latido constante en mi entrepierna, me gustaba la sensación cálida y el hormigueo en todo el cuerpo.

No parpadeaban. En sus rostros había sorpresa, interés. Hubo también risas, algunas nerviosas. Me conecté con ellos, hallé la grieta por la que pude colarme en el mundo pubescente lleno de curiosidad y endorfinas. Me asomé a su universo el que, como el de los escritores, necesita libertad e imaginación. Al terminar hubo preguntas y aplausos.

SUPE DESPUÉS QUE UNOS PADRES DE FAMILIA que pasaban por ahí lo oyeron todo y se horrorizaron, como si ellos no hubieran pasado por ese tipo de experiencias iniciáticas, como si estuvieran libres de penas y culpas, tirando la primera piedra. Hubo una queja al director de que abordé temas escabrosos e inapropiados que podían perturbar a sus inocentes hijos. En la literatura, como en la vida, todo debe hacerse con razón, sin dañar a nadie y en su justa medida. Sus críos ya no están en la cuna, necesitan del arte, la fantasía y la creatividad para comprenderse a sí mismos y a los demás.

No sé si mi libro siga en la biblioteca. No sé si lo habrán quemado a 451° Fahrenheit. Pero estoy al tanto de que están circulando copias piratas en las mochilas de mis nuevos y numerosos lectores. Estoy pensando poner una mesa a la salida de la escuela para firmar autógrafos en los ejemplares y en las camisetas. Sobre todo, para recordarles que en la lectura todo se vale, pueden ser quien quieran ser sin ponerse en riesgo y además entretenerse.

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*Un sillón para sentar cabeza.