Hacer geografía (UNAM, México) es un libro que se empeña desde el principio en mostrar la relación íntima, amorosa diría yo, de la disciplina con su materia. Hace poco, el crítico y poeta español Miguel Casado se preguntaba, a partir de un poema de Carlos Piera: “¿la belleza de aquella bruma solar, de aquellas hojas, es de la escritura?, ¿o más bien del mundo?, ¿cómo distinguir lo que la belleza del mundo pone de por sí, y lo que pone la escritura al encontrarse con ella?” Y uno de los últimos libros de Martin Heidegger, una exploración del pensar en el andar, se titula precisamente Camino de campo. Menciono estas dos incursiones porque ambas, una desde las letras y la otra desde la filosofía, hincan el pie en la geografía. En ese sentido este libro es para que lo lean quienes ya estudian geografía. Y por supuesto también para que la gente joven que tenga la suerte de encontrárselo halle razón para iniciarse en su estudio. Dije disciplina no por sonar académico, sino para anclar bien su propuesta y mostrar cómo de ahí despega hacia quienes no estamos en ese lugar, y lo hace no de manera árida o perentoria, sino holgada y amable. Es decir, es un libro que nos incumbe a todos.
Su tono continuado es a la vez el de una invitación y una iniciación. Una invitación muy puntualmente organizada en cinco partes progresivas. La primera es a movernos de donde estamos y avanzar en esto que es de todos, es decir el mundo; la se-gunda es a hacerlo abriendo los ojos a las cosas que se nos presenten conforme avanzamos en nuestra exploración; la tercera, a ver por qué esas cosas son lo que son, por qué están ahí, por qué se organizan de tal par-ticular modo y no de otro, las unas con las otras; la cuarta le da hilo de continuidad a eso que hemos descubierto, lo hace inteligible, pero también, y esto es el fondo de abono del libro, compartible; finalmente la quinta parte es una invitación a la acción, a intentar hacer que este mundo vaya por aquí y no por allá, a no resignarnos a lo inevitable.
Este libro es para que lo lean quienes ya estudian geografía. Y por supuesto también para que la gente joven que tenga la suerte de encontrárselo halle razón para iniciarse en su estudio
EL LIBRO TAMBIÉN ESTÁ DEDICADO a cualquier persona preocupada por lo que pasa en este mundo. Es un manual inescapable, no porque Fernández Christlieb lo fuerce a ello, sino por la pura lógica de sus argumentos: un paso lleva a otro y luego al otro, más por inducción que por deducción: no quiere convencernos sino guiarnos suavemente, a empujoncitos. Si prestamos atención, mientras más avanzamos, más cosas vamos a ver, y mientras más las veamos, más vamos a intentar saber por qué están dónde están y son como son, y más argumentos vamos a encontrar para describir todo eso, e inevitablemente, ya que nada es perfecto, más vamos a sentir la necesidad de actuar en esa realidad. De ahí que sea una iniciación.
Organicé mi descripción muy intencionalmente sin traer a colación el nombre que Christlieb les da a estos cinco pasos de sus ejercicios espirituales, no para obviarlos, sino para regresar a ellos desde su propia realización. El proceso que hay que hacer es “caminar”, “observar”, “preguntar”, “describir”, y finalmente “intervenir”, que es como él los titula. Echarse a andar nos lleva a avistar nuevos horizontes y ante lo nuevo siempre se abren interrogaciones que nos obligan a relacionar y relatar eso que ha aparecido ante nosotros y ante lo cual no hay más remedio que actuar. Pero cómo vamos a actuar también es necesario saberlo.
Ian Sinclair, cuyos libros están dedicados simplemente a recorrer Londres, dice en Lights Out for the Territory: “Entre más rápido caminamos más terreno perdemos”. Hay que caminar lentamente, para ver. La geografía, en ese sentido, forma parte de las herramientas de la escritura. Si aquí la geografía anda pareja con la escritura, por lo bien que está escrito el libro, también lo hace con el dibujo. En el capítulo “Describir”, elautor señala: “Dibujar no sólo es describir el paisaje observado sino una manera más precisa de estudiarlo pues la información registrada por la vista pasa por el cerebro y después a la mano que lo plasma en el papel. Ningún aparato o programa digital supera al dibujo como forma de observación. Dibujar es reconocer los detalles del paisaje, ponderarlos, comprenderlos mejor y tener capacidad para recordarlos.”
Pero la geografía no para ahí. También implica una acción política, y esta es su apuesta principal:
Este libro —escribe Christlieb en ‘Intervenir’, el último apartado— sostiene que el razonamiento geográfico tiene la capacidad de generar los argumentos y los dispositivos para que la ciudadanía intervenga los espacios de sus urbes y de sus campos en el ámbito de lo inmediato y que lo haga en un plazo relativamente próximo. ¿Cómo? La palabra clave para intervenir desde la geografía en el espacio presente es organización.
Y a esto le añade un sesgo más, giro clave en su dirección emocional: “La primera condición para organizarnos es la de ser tenazmente optimistas”. Federico Fernández Christlieb es acertado y nos hace echarnos a caminar, a ver, a preguntarnos, a opinar, y por supuesto, a actuar. Este libro es entusiasmante.
