Teatro

Chéjov en El Bosque de Niebla

A través de la transparencia de sus procesos de selección y las colaboraciones interdisciplinarias, la Compañía Nacional de Teatro se propone renovar las artes escénicas, como señala Zoé Méndez Ortiz en esta reseña. Su más reciente apuesta, Ya no hay bosque de niebla, es una versión del Tío Vania —de Antón Chéjov—, en la que destaca la preocupación ambiental. La obra incorpora elementos multimedia y sobresale por la ejecución precisa del elenco polifacético de la CNT, que combina en escena actuaciones, música en vivo y hasta canto en ruso

Chéjov en El Bosque de Niebla
Chéjov en El Bosque de NieblaFoto: Sergio Carreón Ireta / CNT / INBAL
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La renovación del teatro nacional ha sido una de las preocupaciones más acuciantes de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) durante la última década, o al menos, tanto como eso ha sido posible desde su trinchera. Se han transparentado los procesos de selección de actrices y actores en todas las categorías, a través de la realización de una convocatoria pública cada determinado tiempo. No obstante, para el público en general, la forma como se eligen los textos que van a montarse y las directoras o directores que se encargarán de materializarlos sigue siendo un misterio —salvo en muy contados casos, co-mo sucede con el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo, que incluye la puesta en escena bajo producción de la CNT.

A lo largo de los últimos 12 meses, las producciones de la Compañía han tenido un carácter más contemporáneo. Su actual directora, Aurora Cano, ha procurado varios ciclos e intercambios disciplinares, que no sólo ayudan a que los nuevos bríos de la CNT se manifiesten, sino también a la confluencia entre distintos lenguajes. Destaca, por ejemplo, el montaje en coproducción con Teatro UNAM, de la obra Más allá de los hombres, escrita en 1928 por María Luisa Ocampo, dramaturga cuya obra apenas empieza a ser rescatada y revalorizada, así como el Maratón de poesía, que lleva a la escena los libros del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes.

NO HAY QUE OLVIDAR, sin embargo, que la CNT es una institución que se debe a las formas: desde su origen hasta la actualidad ha sido y será una casa de los clásicos. Por eso, no resulta extraño que en esta temporada se monte una versión del Tío Vania, de Antón Chéjov. Se trata de la obra Ya no hay bosque de niebla, resultado de un laboratorio que Luis Mario Moncada, el responsable de trazar el mapa narrativo y dialógico, llevó a cabo junto al elenco de la pieza. En cuanto a la trama, no hay incógnita: la historia sucede en una finca campestre rusa, donde la cotidianidad de los personajes se ve interrumpida por la llegada de un tercero que desencadena triangulaciones amorosas. Éstas revelan el estado del alma de los sujetos, insatisfechos y frustrados con la vida que han llevado hasta entonces y la cual, quizá, nunca cambie.

Chéjov era buenísimo para armar dramas imbricados, llenos de profundo desencanto: he ahí lo contemporáneo. Hasta resulta colateral que la actual puesta en escena haga gala de elementos sonoros, visuales, multimediales y hasta culinarios. De principio a fin de la obra vemos al elenco preparando un goulash que se cocina de manera exprés en una olla Thermomix; al mismo tiempo, los personajes van develando lo necesario para que el clímax y el goulash estén listos al mismo tiempo. La belleza en la construcción de estas metáforas escénicas está guiada por la mano de Jorge Vargas, el director, quien también pone en juego una amplia gama de objetos que van de lo más sutil, como la construcción de un bosque móvil, hasta el cliché, con libros deshojados en el piso. Vargas tiene mucha experiencia con la puesta en juego de objetos —un tema que, por cierto, la investigadora escénica Shaday Larios trata en su libro Los objetos vivos. Escenarios de la materia indócil (2018). 

En Ya no hay bosque de niebla los objetos se usan para que quien mira sea observador y no sólo escucha de lo que queda a ras de escena, es decir, generan un circuito cerrado a la altura de la vista de actrices y actores.

El elenco manipula con rigor el dispositivo propuesto, porque si algo caracteriza a la CNT es la limpieza en la ejecución de sus intérpretes, así como lo polifacéticos que suelen ser. La mayoría, además de actuar, canta, baila, toca un instrumento o, incluso, todas las anteriores. Además, el compositor Yurief Nieves ejecuta música en vi-vo y la actriz Octavia Popesku canta y habla en ruso, dando lugar a una obra aristotélica pero interdisciplinaria; eso tiene relevancia, pues ambos aspectos no suelen convivir. Además de los ya mencionados, Karla Camarillo, María del Mar Náder, Laura Padilla, José Carlos Rodríguez y Gustavo Schaar forman parte de la obra y del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro.

Y, ¿POR QUÉ  el título Ya no hay bosque de niebla? La imagen a la que remite tiene que ver con lo enigmático, lo velado, aquello difícil de observar aunque esté muy cerca. Chéjov, como Moncada, tienden a explorar la complejidad de las relaciones humanas, sus luchas internas y la ambigüedad de sus actos. Un bosque de niebla podría simbolizar todo eso que no llega a una resolución, ni en la trama ni en los personajes. Asimismo, no hay que olvidar que la obra primigenia denuncia, por medio de la voz de Ástrov, la deforestación y lo mucho que contribuye el ser humano al desastre medioambiental. En contraste, Moncada tiene su base en Veracruz, estado en donde se ha procurado, por medio de una reserva, la existencia de los bosques de niebla, que hoy están en peligro de extinción. Sin duda, el título representa esa correspondencia entre ambas épocas, por distantes que parezcan.

La obra estará en cartelera hasta el 11 de febrero, en la Sala Héctor Mendoza, ubicada en Francisco Sosa 159, Col. Del Carmen, Coyoacán. Los horarios son: jueves, 8 pm; viernes, 5 pm; sábado, 7 pm; domingo, 6 pm. La entrada es libre, sólo hay que reservar al correo: publicos.cnteatro@inba.gob.mx