Contra Harry Potter

Contra Harry Potter
Por:
  • roberto_diego_ortega

Tomar las armas contra Harry Potter, en este momento, es emular a Hamlet cuando se arma contra “un mar de adversidades”. Ya que te enfrentas al mar, no podrás acabar con él. El epifenómeno de Harry Potter continuará por un tiempo, sin duda alguna, como sucedió con J. R. R. Tolkien, y luego descenderá.

El periódico oficial de nuestra contracultura dominante, The New York Times, fue orillado por los libros de Harry Potter a establecer una nueva política para su no-tan-literario suplemento. Más que amontonarlos con los Grishams, Clancys, Crichtons, Kings y otras ficciones muy populares de su lista de bestsellers, los volúmenes de Potter ahora encabezan un listado especial para niños. J. K. Rowling, la cronista de Harry Potter, obtiene de este modo una distinción insólita: ha cambiado las normas del que dicta las normas.

Yo leo nueva literatura para niños cuando encuentro algo con cierto valor, pero hasta ahora no lo había intentando con Rowling. Acabo de terminar las trescientas páginas del primer libro de la serie, Harry Potter y la piedra filosofal, supuestamente el mejor del conjunto. Aunque no está bien escrito, eso no es en sí mismo una responsabilidad esencial. Es mucho mejor ver la película El mago de Oz que leer el libro en el que se basó, pero incluso el libro contiene una visión imaginativa genuina. No es el caso de Harry Potter y la piedra filosofal, así que es necesario buscar en otro lado el porqué del extraordinario éxito del libro y sus secuelas. Tal especulación debe seguir un recuento de cómo y por qué Harry Potter demanda ser leído.

El modelo definitivo de Harry Potter es Días de escuela de Tom Brown, de Thomas Hughes, publicado en 1857. El libro describe el Colegio Rugby bajo la dirección del formidable Thomas Arnold, hoy recordado ante todo como padre de Matthew Arnold, el crítico y poeta de la época victoriana. Pero el libro de Hughes, todavía muy entretenido, era realismo, no fantasía. Rowling tomó los Días de escuela de Tom Brown y lo puso en el espejo mágico de Tolkien. La mezcla resultante, un ethos colegial con una liberación de la prueba de realidad y sus obligaciones, me puede parecer extraña pero es exactamente lo que en este tiempo millones de niños y sus padres desean y aprueban.

EN LO QUE SIGUE puedo indicar algunas inconsecuencias de Harry Potter, pero tendré en cuenta que un receptor que lo lee simplemente no leerá cosas mejores, como El viento en los sauces de Kenneth Grahame o los libros de Alicia de Lewis Carroll. ¿Acaso es mejor que lean a Rowling en lugar de que no lean nada? ¿Podrán ir más allá de Rowling para acceder a placeres más complejos?

Rowling presenta dos Inglaterras, la mundana y la mágica, divididas no por clases sociales sino por la distinción entre los perfectamente normales (mezquinos y egoístas) y los partidarios de la brujería. A decir verdad, los brujos parecen tan clase media como los Muggles, nombre que las brujas y los magos asignan a la gente común. Los adeptos a la magia mandan a sus hijos e hijas a Hogwarts, un Colegio Rugby donde sólo se enseña brujería y magia. Hogwarts es presidido por Albus Dumbledore como director, la versión de Rowling del Gandalf de Tolkien. Los jóvenes y futuros brujos son como cualquier otro británico en ciernes, incluso más, con los deportes y la comida como preocupaciones principales. (El sexo apenas entra al cosmos de Rowling, por lo menos en el primer volumen).

Harry Potter, el héroe actual de tantos millones de niños y adultos, es educado por unos horrendos familiares Muggle, luego de que sus padres brujos son asesinados por el malvado Voldemort, un mago que se vuelve un provocador y, por último, posthumano. Por qué precisamente el pobre Harry es entregado por los brujos mayores a la mezquindad de su tía y su tío es algo que Rowling jamás aclara, pero es un buen detalle que sugiere, otra vez, cuán convencional es en verdad la Gran Bretaña alternativa. Relega al potencial mago-héroe con su parentela despreciable, en vez de darle la oportunidad de ser educado por hechiceros y brujas que lo reconocerían como uno de los suyos.

"Me siento incómodo con el furor por Harry Potter, y espero que mi disgusto no sea simplemente un esnobismo intelectual o la nostalgia por una fantasía literaria que cautive (digamos) a niños inteligentes de todas las épocas".

De este modo, el niño Harry padece el odioso maltrato de la pareja Dursley, Muggles de la especie más meritoria, y del sádico hijo, su primo Dudley. Al principio, durante algunas páginas podemos sentirnos en la película de Ken Russell, Tommy, la ópera-rock de los Who, salvo que el prematuramente sabio Harry es mucho más saludable que Tommy. Sobreviviente de nacimiento, Harry resiste hasta que los brujos lo rescatan y lo envían a Hogwarts, para ingresar a la gloria de sus días de escuela.

Tal vez Hogwarts ha encantado a muchos fans de Harry porque es mucho más animada que sus propias escuelas, pero a mí me parece una academia más aburrida que grotesca. Cuando las brujas y los magos del futuro de Gran Bretaña no estudian cómo conjurar un hechizo, se ocupan en extraños deportes intramuros [sic]. Resulta más bien un alivio cuando Harry, heroico, sufre el calvario de una confrontación con Voldemort, que el joven resuelve de manera admirable.

Uno puede tener la duda razonable de si Harry Potter y la piedra filosofal será consagrado como un clásico de la literatura infantil, pero Rowling, sea cual sea la debilidad estética de su trabajo, es por lo menos un indicador milenial de nuestra cultura popular. Un público enorme le da una importancia semejante a la de los rock stars, ídolos del cine, conductores de televisión y políticos en boga. El estilo de su prosa, cargado de lugares comunes, no plantea exigencias a sus lectores. En una sola página del primer libro de Harry Potter, elegida al azar —la cuatro—, conté siete lugares comunes, todos en la suerte del “estiró las piernas”.

¿CÓMO LEER Harry Potter y la piedra filosofal? Bueno, muy rápido para empezar, quizá también para terminar. ¿Por qué leerlo? La presunción es que, si no te puedes convencer de leer cualquier cosa mejor, Rowling funcionará. ¿Hay algún uso educativo capaz de redimir en Rowling? ¿Lo hay en Stephen King? ¿Por qué leer, si lo que lees no va a enriquecer tu mente, espíritu o personalidad? Por lo que sé, los actuales magos y brujas de Gran Bretaña, o de Estados Unidos, están en posibilidad de brindar una cultura alternativa para más gente de lo que en general se reconoce.

Tal vez Rowling atrae a millones de lectores no-lectores porque perciben su sinceridad nostálgica y quieren sumarse a su mundo, sea imaginario o no. Ella satisface un apetito enorme de irrealidad, ¿qué tiene eso de malo? Al menos sus fans se liberan de las pantallas por un momento, y así no pueden olvidar por completo la sensación de dar vuelta a las páginas de un libro, de cualquier libro.

Y sin embargo, me siento incómodo con el furor por Harry Potter, y espero que mi disgusto no sea simplemente un esnobismo intelectual o la nostalgia por una fantasía literaria que cautive (digamos) a niños inteligentes de todas las épocas. ¿Pueden equivocarse más de 35 millones de compradores y sus hijos? Sí, están y seguirán estando equivocados mientras continúen con Potter.

Una amplia confluencia de obras insuficientes, para niños y adultos, satura los basureros de los tiempos. Cualquier cosa avanza en una época en la que el juicio público no es mejor ni peor de lo que proclaman los porristas ideológicos que han destruido de ese modo los estudios humanísticos. Muy pronto los críticos culturales incorporarán Harry Potter al plan de estudios de sus colegios y The New York Times persistirá en celebrar y confirmar de nuevo la degradación de la que es líder y ejemplo.

Fuente: The San Francisco Jung Institute Library Journal, 19:4, 49-51, 20 de diciembre, 2013. http://dx.doi.org/10.1525/jung.1.2001.19.4.49.