El espíritu de 1922 en San Ildefonso

AL MARGEN

Gerardo Murillo, Dr. Atl, Retrato de Nahui Olin, detalle, ca. 1922.
Gerardo Murillo, Dr. Atl, Retrato de Nahui Olin, detalle, ca. 1922.Fuente: Cortesía Antiguo Colegio de San Ildefonso
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Un grupo de jóvenes pintores tomó por asalto, en 1922, los muros de lo que entonces era la Escuela Nacional Preparatoria. Sus nombres: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Jean Charlot, Fernando Leal, Ramón Alva de la Canal y Fermín Revueltas. Subidos en andamios y acompañados de asistentes y modelos, su presencia anunciaba la llegada a la escena artística mexicana de nuevos lenguajes plásticos e ideológicos. A través de una exposición que reúne la obra de sus principales actores, alguna inédita, el Antiguo Colegio de San Ildefonso (como hoy conocemos la antigua Escuela Nacional Preparatoria o ENP) rinde homenaje a ese momento que lo cambió todo, o más aún, que dio inicio al siglo XX mexicano en cuanto a las artes visuales se refiere.

INAUGURADA EL 10 DE DICIEMBRE de 2022, la muestra El espíritu del 22 conmemora el centenario del muralismo, celebrado en reconocimiento al proyecto de la ENP. Si bien el primer mural que surge del proyecto revolucionario se pintó en 1921, obra de Roberto Montenegro en el Colegio de San Pedro y San Pablo (ya abordada en esta columna, número 323 de El Cultural), San Ildefonso es considerado la cuna del muralismo por tratarse del lugar donde se conforma como un movimiento. Es ahí donde aparecen los motivos que aún décadas después serán hilos conductores que perfilarán la identidad del muralismo y de la Escuela Mexicana de Pintura que derivó de éste: recuperar la cultura indígena y popular, la militancia comunista, la experimentación. Esos ejes hicieron tan particular el año de 1922.

Para brindar al público un recorrido que permita comprender mejor todo lo que implicó el muralismo, la muestra inicia con un breve repaso por los antecedentes que propiciaron la gestación de este movimiento artístico. Dicho contexto resulta muy afortunado cuando se enmarca dentro de los muros de San Ildefonso, lugar que vio nacer otro movimiento intelectual sin el cual no se explican las transformaciones artísticas que surgieron tras la Revolución: el Ateneo de la Juventud, considerado incluso un germen mismo de la lucha armada y conformado por jóvenes que pasaron por las aulas de la ENP.

Fue entonces que surgieron las primeras semillas del muralismo. En 1910, un grupo de pintores encabezado por el Dr. Atl expuso arte mexicano, como respuesta a los festejos del Centenario de la Independencia de Porfirio Díaz, dominado por extranjeros. Muy pronto, a esa muestra le sucedió la huelga de la Academia, confrontación similar a la que inicia el Ateneo, en tanto que también se oponía al pensamiento anquilosado que se reflejaba en los métodos de enseñanza artística. Este primer núcleo permite avanzar a las siguientes salas, con una mirada que abarca mucho más.

San Ildefonso es considerado la cuna del muralismo por tratarse del lugar donde se conforma como un movimiento

Como preámbulo al surgimiento del muralismo se abordan los sucesos de 1921, principalmente la organización de los festejos del centenario de la consumación de la Independencia, ahora bajo el auspicio de la Revolución y encabezados por Álvaro Obregón como presidente de la República. Aunado a esto, se le da su justo lugar a José Vasconcelos y a su llegada a la Secretaría de Educación Pública. Si bien muy rápidamente hay una ruptura, el muralismo en ese primer momento debe entenderse como parte del proyecto vasconcelista, que buscaba democratizar el conocimiento y las artes, y en el cual los pintores participan también como misioneros culturales e ilustradores de publicaciones oficiales, como bien nos recuerda El espíritu del 22.

QUIZÁ LO MÁS ATINADO de la curaduría de Eduardo Vázquez Martín y Carmen Tostado es la reivindicación de aquellos personajes que fueron opacados por sus contemporáneos más famosos —o, quizá, sólo más grandilocuentes. Si bien aparecen en las salas los nombres bien conocidos, se destaca también a quienes colaboraron como asistentes y que a través de esa labor aportaron de forma importante al movimiento. Entre ellos se encuentra, por ejemplo, Xavier Guerrero, quien como ayudante de Diego Rivera incorpora la baba de nopal, misma que posteriormente será fundamental tanto técnica como teóricamente para el muralismo.

La propuesta de estos pintores no sólo se muestra como un esfuerzo por hacerles justicia, sino que resulta muy refrescante porque rompe con las narrativas de los Grandes Maestros que sigue presente en los museos, a pesar de estar ya muy desgastadas.

Los estridentistas son otro grupo que, tras décadas de permanecer un tanto al margen, es aquí puesto en diálogo con el muralismo. El vínculo con el proyecto de San Ildefonso se da en un primer momento a través de las figuras de Fermín Revueltas y Ramón Alva de la Canal, miembros de dicho grupo, si bien la narrativa de la exposición no se queda sólo en lo anecdótico, sino que ahonda en los lenguajes de vanguardia que el estridentismo incorporó a la plástica mexicana, quizá con mayor contundencia que sus contemporáneos.

Finalmente, en esta búsqueda por actualizar las narrativas en torno al muralismo y la renovación artística que surge en la década de los veinte, El espíritu del 22 aborda el papel las mujeres en el ámbito artístico e intelectual de su tiempo. En este sentido, resulta interesante que la propuesta no únicamente se enfoca en aquellas que se integraron al muralismo con sus pinceles, sino en las que incidieron de muchas otras maneras en la revolución intelectual de la época. Por un lado, la liberación femenina de aquella segunda ola feminista mexicana queda representada por Nahui Olin, mientras la aportación de las mujeres a la construcción de la cultura visual mexicana se refleja en la fotografía de Tina Modotti. No menos importante es el esfuerzo que hace el museo por reconocer a Luz Jiménez, modelo de todos los muralistas de San Ildefonso y de la propia Modotti. Con ella reivindica a las llamadas musas, más allá de la objetualización a la que han sido sometidas.