Pier Paolo Pasolini: Poemas juveniles
Ocurre con frecuencia que un autor opta por escribir en un idioma que no es el de su origen. Los motivos pueden ir
del exilio forzado al tabú de expresarse en alguna variante o dialecto, o el interés de llegar
—por medio de una lingua franca— a un auditorio más numeroso, por mencionar algunos. El italiano
Piero Paolo Pasolini, cuyo centenario natal se cumple el próximo 5 de marzo, publicó varios libros de poesía
en friulano, la lengua de su madre, antes de embarcarse en su destino de cineasta.
El poeta y ensayista Ernesto Lumbreras ofrece tres poemas en español sobre las versiones del propio autor al italiano.
Nace el 5 de marzo de 1922 en Bolonia. Debido al cargo de oficial de su padre en el ejército su infancia y adolescencia transcurren en pueblos de las regiones de Emilia, Lombardía y el Véneto. Regresará a su ciudad natal para matricularse en la Facultad de Letras de la histórica universidad, frecuentando los cursos de Roberto Longhi, crítico de arte —especialista en Caravaggio y Piero della Francesca. La vida universitaria y las conversaciones con su madre estimulan al joven Pasolini para estudiar y escribir en dialecto friulano, en sentido biográfico su lengua materna. Con tal im-
pulso, publica en Bolonia su primera colección de versos, Poesia a Casarsa (1942); al año siguiente, escapando al reclutamiento forzoso en algún frente de la Segunda
Guerra, se refugia precisamente en Casarsa, donde ahondará —con sus saberes y su curiosidad de filólogo— las implicaciones y los retos de escribir poesía en una lengua no hegemónica, empresa contradictoria según palabras del propio poeta, puesto que da lugar a la coexistencia de
un eccesso d’ingenuità y de un eccesso di squisitezza.
La recepción de su lírica friulana —que sumaba siete libros hasta 1954— es entusiasta. Autoridades de la poesía, entre ellos Giorgio Caprioni, y de la crítica, como Gianfranco
Contini, ponen de relieve la aparición de una voz de variados méritos, entre los que destaca su audacia de experimentar con rigor y gracia en un corpus lingüístico de poca tradición literaria.
En el invierno de 1949 deja Casarsa y marcha a Roma en compañía de su madre. Lleva en la maleta varios libros en friulano que publicará en los años por venir, la mayoría con traducciones al italiano realizadas por él mismo. Al poco de instalarse, la ciudad imperial se descubre para el futuro narrador y cineasta como “un verdadero amor, si se puede hablar de amor entre un hombre y una ciudad”.1 En efecto, los poemas de su siguiente libro, Las cenizas de Gramsci (1957), están ambientados en Roma, al igual que esa cosa narrativa titulada Ragazzi di vita (1955).
Los tres poemas aquí presentados pertenecen a la edad juvenil de Pasolini, a partir de sus propias versiones italianas. Se trata de obra por cierto poco vista en las ediciones al español del polifacético escritor quien, en las siguientes décadas, se convertiría en un personaje incómodo, mordaz y polémico de la vida pública de Italia, situación que tras su brutal asesinato en las playas de Ostia, el 2 de noviembre de 1975, devendrá en leyenda negra, pero también en un incuestionable clásico de las letras y la cinematografía europeas del siglo XX.
EL NIÑITO MUERTO
Tarde luminosa, en el foso
brota el agua, una mujer encinta
camina por el campo.
Yo te recuerdo, Narciso, tienes
el color de la tarde
cuando las campanas
suenan a muerto.
De Poesie a Casarsa (1942)
ESPIRITUAL
Brillante es la hoz
en el musgo de la corte
en las faldas de mi madre de la corte
en los muslos del caballo de la corte
—¿recuerdo de mis ojos?
¡Hey, muchacho!
Los pantalones,
la camiseta,
las sandalias
las sandalias del Ángel
¡Hey, muchacho!
Los pantalones,
la camiseta,
las sandalias.
Treinta liras para el cine,
los ricos a la espera del momento,
la grappa para el sábado,
el domingo es día de Misa.
¡Señor!
Cine, grappa y Misa,
y mujeres de sábado,
todo mezclado con los pantalones,
la camiseta, la hoz
y los ricos esperando el momento
¡Hey, muchacho!
Mi hoz es para los ricos una luna
lejana a miles y miles de siglos.
¿Quién conoce el color de los ojos de un Ángel?
¿Quién llora por el color de la camisa de un aprendiz?
¡Hey, muchacho!
De Dov’è la mia patria (1946)
EL IDIOMA DE LOS NIÑOS EN LA TARDE
“Una grávida violeta viva delira hoy viernes...”
(No, calla, estamos en Casarsa: mira el caserío y los árboles
tiernos que tiemblan allá en la barranca). “Una violeta delira...”
(¿Qué escucho? Son las seis; un aliso se dobla
bajo el ventarrón de aire). “Una violeta vive sola...”
¿Una violeta es igual a mi muerte? Sentémonos en los terrones
del surco y pensemos. “Una violeta, ay, canta...”
Escucho esos gritos de ceniza debajo del plantío,
apretando contra el pecho vivaz mi vestimenta.
“Libre la violeta sonríe por todo el mundo...”
Llegó la hora para que recuerdes esos gritos que se amontonan
en el horizonte azul, con un rumor que me embriaga.
“El azul...” Palabra desnuda, solitaria en el silencio
del cielo. Estamos en Casarsa, son las seis, recuerdo...
De La meglio gioventú (1954)
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