Volaris: transas y mezquinos

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Volaris: transas y mezquinos
Volaris: transas y mezquinosFoto: es.foursquare.com
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¿Cuál es la peor aerolínea de México? Para muchos es Viva Aerobus. Para otros, Aeroméxico.

Para mí es Volaris.

El dos de noviembre pasado circuló en redes sociales el video de una mujer que enloqueció en el aeropuerto de la Ciudad de México y comenzó a destruir el mostrador de la aerolínea Emirates Airlines. En el video se ve a la mujer encima del mostrador gritando de desesperación. El personal a cargo no pudo controlar la situación y llamaron a seguridad. En ciertos medios se manejó que la persona estaba ebria y por eso actuó de manera irracional.

En cambio, de lo que casi nunca hablan las noticias es de las prácticas abusivas de las aerolíneas contra sus clientes. Prefieren mostrar a los usuarios como desquiciados antes que decir la verdad. Que comprar un boleto de avión a las compañías aéreas es exponerse a que hagan con tu tiempo y tu dinero lo que les dé la gana. Y ante eso estamos indefensos. A los gobiernos no les interesa proteger los derechos de los pasajeros.

De lo que nunca hablan las noticias es de las prácticas abusivas contra sus clientes

Para mí, es Volaris es la aerolínea con peor servicio, por lo que me hicieron el pasado 19 de noviembre. Tenía programado un vuelo Ciudad Juárez-Ciudad de México a las 12:52 p.m. El itinerario marcaba dos horas treinta y seis en el aire, pero el boleto decía que la hora de llegada era a las 16:28.

El plan de mi viaje consistía en aterrizar e irme directo al Foro Sol para ver a los Arctic Monkeys. Decidí llamar a la aerolínea para preguntar si había un error en el boleto debido a que este año no hubo cambio de horario y por eso marcaba el aterrizaje una hora después. En ese momento me enteré de que el vuelo había sido cancelado. Quien me atendió dijo que me había llegado un mail informándome de esto. Lo cual era mentira. En mi bandeja no había nada.

Me compartió que cambiarían mi vuelo sin costo, qué cabrones tan generosos, y que el siguiente salía a las 8:01 p.m. De nada me sirvió alegar que a mí de nada me servía ese horario. Por la demora se me otorgaría un fabuloso 25 por ciento de descuento en mi siguiente compra, siempre y cuando la hiciera durante los próximos treinta días. Corrí con la suerte enorme de haber llamado. Porque si no, habría llegado al aeropuerto para quedarme varado ahí siete horas, como otros pasajeros del mismo vuelo que no se enteraron de la cancelación hasta arribar a la sala de espera.

Les pedí que me canalizaran a otra línea, pero me mandaron por un tubo: las políticas lo impedían. Las sagradas políticas que les permiten a ellos retrasar vuelos, cancelarlos, revenderlos, lo que se les antoje, pero que impiden a toda costa solucionar problemas a los pasajeros. Para que me callara el hocico me estaban dando un 25 por ciento de descuento. Pero yo no quería el puto descuento. Ni el reembolso. Y es que no se trata de un asunto de dinero solamente. Se trata de algo más valioso: tiempo.

A mí me robaron el tiempo en el que vería a los Arctic Monkeys. Pero el efecto dominó que generan estos problemas es gravísimo. Hay gente que pierde conexiones (más dinero a la basura) o reuniones de trabajo que involucran el movimiento de muchas otras personas y no llegan a la cita. Todo ese desgaste genera un estrés que es responsabilidad de la aerolínea. Eso nunca es compensado. Y qué le queda a uno: aguantarse, tragarse toda su frustración y además no hacerla de pedo para que no lo tilden de loquito. Ante la carta abierta de las aerolíneas para cometer toda clase de atropellos no es para nada extraordinario que un pasajero estalle y saque su frustración a la vista de todos. Y al final la culpa siempre será de él.

Cuando por fin llegué a la sala de espera descubrí porqué un vuelo de dos horas y media duraba una hora más. Como es un avión que parte desde la frontera la aerolínea asume que todo mundo lleva fayuca. Y pesan el equipaje de mano de los pasajeros que compran el vuelo económico.

Además de ladrones de tu tiempo, dinero y energía son unos mezquinos bíblicos. Aterricé casi a las doce de la noche en mi destino.

Estos atropellos deberían de terminar. Así como está en marcha una demanda colectiva contra los organizadores de un festival de música que estafó a los clientes, los usuarios de las aerolíneas deberíamos organizar varias formas de boicot contra Volaris: sabotaje y demanda, o ambas.

Mi deseo más ferviente por el momento es que Volaris quiebre, como le pasó a Interjet.