“En Silencio busco transmitir lo sagrado como cuando fui acólito”

“En Silencio busco transmitir lo sagrado como cuando fui acólito”
Por:
  • jaume

Llamo al teléfono de la casa de Scorsese en Nueva York. Es un día frío, pero luminoso. Soy recibido como si fuera de la familia.Llega Martin con paso desenvuelto y con una sonrisa cálida. Nuestra conversación, antes de pasar a la película, se detiene sobre nuestras raíces comunes. Recordamos su vida de hijo de inmigrantes en los barrios de Nueva York. El resultado es una mezcla de lazos de sangre, violencia y lo sagrado. Los recuerdos de monaguillo en la iglesia se funden con los de un niño que, inconscientemente, hace de la calle su primer set cinematográfico: el de la inmigración y el de sus sueños.

¿Cómo le vino a la mente este proyecto de Silencio? Sé que es una pasión que tenía desde hacía tiempo, quizá desde hace 20 o 30 años... Me regalaron la novela de Shusako Endo en 1988. Terminé de leerla en agosto de 1989 en el tren rápido de Tokio a Kyoto. No sabría decir si en ese momento estaba o no efectivamente interesado en hacer una película, me tocó tan profundamente que no sabía ni si quiera si habría podido hacer un intento de afrontarla. Pero, con el paso del tiempo, algo en mí comenzó a decirme: “Tienes que intentarlo”. Adquirimos los derechos hacia 1990-91. Cuando miro hacia atrás, pienso que este largo proceso de gestación se convirtió en una forma de vivir con la historia y de vivir la vida –mi vida– en torno a ella. En torno a las ideas que estaban en el libro. Y esas ideas me provocaron pensar más sobre la cuestión de la fe. Recuerdo y veo que todo en mi memoria se reúne como en una suerte de peregrinación: es así como fue. Estoy sorprendido de haber recibido la gracia de ser capaz de hacer el filme ahora, en este punto de mi existencia.

Al elegir una novela como Silencio, parece que usted se vuelve a interesar por el imaginario católico... Para mí todo se reduce a la cuestión de la gracia. La gracia es algo que viene en el curso de la vida. Llega cuando no te lo esperas. He entrado en sintonía con la novela de Endo, que era japonés, de una manera que nunca me ha sucedido con Bernarnos (autor de Diario de un cura rural, de la que también se hizo una película en 1951). En Bernarnos hay algo duro, inexorablemente áspero. Al contrario, en Endo, la ternura y la compasión están siempre presentes. Siempre. Incluso cuando los personajes no saben que la ternura y la compasión existen, nosotros lo sabemos.

¿Quién es Dios para usted? Como muchos niños, estaba oprimido y profundamente impresionado por el lado severo del Dios que se nos había presentado: por el que te castiga cuando haces algo malo, de truenos y relámpagos. Es cierto que en el país era un momento dramático. Estaba ideando la victoria de Vietnam y acababa de ser declarada una “guerra santa”. Las dudas y la tristeza eran parte de la realidad de la vida cotidiana.

Fue en ese tiempo que vi la película de Bresson, Diario de un cura rural, y me dio esperanza. Todos los personajes, quizá a excepción del viejo sacerdote, experimentan el sufrimiento. Cada personaje se siente castigado, y la mayor parte de ellos se infligen unos a otros. En un instante, el sacerdote tiene un diálogo con una de sus feligresas y le dice: “Dios no es un verdugo. Quiere que tengamos piedad de nosotros mismos”. Esto personalmente constituye una suerte de revelación.

Silencio parece la historia del redescubrimiento en la intimidad del rostro de Cristo. ¿Cuál es para usted? He escogido el pintado por El Greco, porque es más compasivo que el de Piero della Francesca. En mi juventud, y según he ido creciendo, para mí el rostro de Cristo fue siempre un consuelo y una alegría.

¿Ha habido alguna situación en la que ha sentido a Dios cercano también en el silencio? Cuando era joven, y ayudaba en misa, no tenía ninguna duda de que sentía lo sagrado. Busqué trasmitirlo en Silencio, me acuerdo de que salía al terminar la misa y me preguntaba: ¿cómo es posible que la vida siga adelante como si nada hubiese ocurrido? ¿Por qué el mundo no es sacudido por el cuerpo y la sangre de Cristo? Es esta la manera en la que he experimentado la presencia de Dios cuando fui muy joven.

Para usted rodar una película es como pintar un cuadro. ¿Cómo consigue hacernos ver el espíritu? Se crea una atmósfera a través de las imágenes.

Nos situamos en un ambiente donde se puede sentir la alteridad. Y son estas imágenes, las ideas y las emociones. Hay ciertas cosas intangibles que las palabras, simplemente, no pueden expresar. Cuando en el cine se monta una imagen junto a otra, en la mente se obtiene una tercera diferente: una sensación, una idea. Pienso que el ambiente que se crea es otra cosa,pero es en la unión de las imágenes en las que la película nos captura y nos habla. Es la edición y la acción de hacer cine.