Virginia sí pudo: de la merced, a campeona del conocimiento

Virginia sí pudo: de la merced, a campeona del conocimiento
Por:
  • larazon

Foto Especial

jaquelin.coatecatl.razon@gmail.com

Creció entre los locales de la Merced, donde escuchaba las historias de comerciantes, cargadores, proveedores y demás personajes de ese barrio, los cuales apenas habían cursado los primeros grados de primaria. Esto le dio la idea de convertirse en maestra.

Ahora Virginia Contreras Flores ya cumplió 34 años de docencia y es conocida por sus estudiantes y compañeros profesores como Miss Olimpiada, pues ha llevado a cuatro de sus alumnos a los primeros 30 lugares de la Olimpiada del Conocimiento en la delegación Iztacalco.

La última fue en 2010, cuando una de sus más destacadas estudiantes, una niña de 12 años, obtuvo el tercer lugar de la Olimpiada a nivel nacional y primero en el DF.

“Los primeros tres lugares de la capital los ocupamos primarias públicas, con maestros que les dedicamos a los niños horas más allá de nuestra jornada; que si bien no son nuestra obligación, sí es un compromiso con la educación y los niños que ponen su saber en tus manos”, cuenta.

Como parte del reconocimiento pudo viajar junto con los niños y maestros ganadores a la Riviera Maya. “Lo mejor que pude obtener es la satisfacción de darle un plus en la formación de cientos de niños, ver la sonrisa y satisfacción de los padres, ver a mis niños ilusionados y con confianza, eso es lo mejor que me ha pasado, no el viaje”, apunta.

La maestra de la escuela primaria Julio Jiménez Rueda cuenta que no todo es estudiar, también hay que impulsar a los niños diciéndoles todos los días: “¡Tú puedes, tú lo vas a lograr, lo vas a hacer bien, el reto es contigo y no con los demás!”

Recuerda que sus padres no sabían leer, por eso les costó trabajo entender que su hija quería ir a la escuela y aprender. Virginia fue la primera de sus diez hijos en hacerlo, aunque ellos creían que debía ayudarles en el negocio.

A los 15 años pudo entrar a la Escuela Normal de Maestros, de la cual egresó en 1977.

—¿Qué pensaron sus padres acerca de que quería ser maestra?

—Mis papás fueron los mejores del mundo, jamás me negaron nada.

Afortunadamente me apoyaron con la escuela, recuerdo que cuando tocaba que fueran a firmar boletas y los maestros los felicitaban por mis calificaciones, yo veía su cara de satisfacción, su orgullo, era mi forma de decirles que les estaba agradecida por lo que hacían por mí.

—¿Cuándo fue su primer acercamiento a la Olimpiada del Conocimiento?

—Desde que yo era una niña, siempre ha existido, se ha llamado de distintas formas. Justo cuando me tocó a mí (participar) e iba a hacer el último examen me dio varicela y ya no pude ir, me sentí sumamente triste.

Pero en ese entonces no me quedó de otra más que no ir y contar con el apoyo de mis padres.

Sus “niños”, como les llama a todos su alumnos, ocuparon en 2002 el sexto lugar en la Olimpiada del Conocimiento; en 2004, el decimoctavo, y en 2007, el vigésimo séptimo puesto, hasta que en la del año pasado Ana Consuelo Olguín obtuvo el primer lugar del DF y el tercer puesto a nivel nacional.

“No lo podía creer, mi Anita Consuelo tenía el primer lugar. Yo sabía que iba a ganar, contaba con su trabajo, pero el lugar en que quedó me dejó sumamente sorprendida. Siempre he dicho que hay niños que te rebasan, que te dejan marcas, que te dan más de lo que tú pudiste darles en un año, de ésos es mi Anita”, dice la maestra que tiene una jornada de siete de la mañana a siete de la noche, como maestra de primaria por las mañanas y orientadora a nivel secundaria por las tardes.

La primaria Julio Jiménez Rueda, en la delegación Iztacalco, ha sido testigo de sus horas largas jornadas de trabajo, pero también de la tristeza que le ha causado perder alumnos como Norma.

“Normita era una niñita que durante un año no habló; su papá estaba en la cárcel y su mamá era una alcohólica. Era una niña de seis añitos, tan frágil y que todos los días veía maldad en su casa. No escribía, no jugaba; es más, ni siquiera levantaba su mirada. La tuve que reprobar el primer año, y volví a pedir ese grado sólo por estar con ella; así fue como pude lograr que me hablara y que escribiera una letra, eso fue lo mejor. Tiempo después el DIF se la llevó y jamás la volví a ver, fue una gran pérdida para mí”, dice la maestra cerrando los ojos y abrazando una libreta y dice: “ojalá fuera de Normita”.