Niñas y mujeres alzan la voz contra la violencia

“Estamos más vivas que nunca, no nos callarán”

Deciden salir a exigir justicia, apoyar a quienes han sufrido agresiones y luchar por que no haya más víctimas; reprochan que feminicidios y asesinatos aumenten cada año

Protesta en el centro de Puebla, ayer.
Protesta en el centro de Puebla, ayer.Foto: Cuartoscuro
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Para algunas de las participantes en la manifestación del 8M fue su primera marcha; para otras, se ha vuelto una “tradición que duele, pero es necesaria”. Todas coinciden en que no hay leyes firmes para castigar el abuso que ejerce el patriarcado.

María del Socorro Rodríguez, madre de Camila, una menor desaparecida, expresó: “Lo que nos queda a muchas madres es sólo salir y marchar; nos arrebatan todo y quieren que sigamos calladas”.

“¡Justicia!”, “¡Vivas nos queremos!” o “¡Amiga, hermana, si te pega no te ama!”, eran algunas de las consignas que lanzaban durante su recorrido, justo como Ana María André, quien refirió que cada año asiste a la marcha, pero ve decepcionante que cada año las cifras de asesinatos aumenten y los casos de violencia no cambien mucho.

“Somos varias compañeras de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, la verdad es que el ámbito de la ingeniería está plagado de machismos, tienen mejores sueldos y desde la escuela los mismos compañeros ejercen violencia”, denunció.

Más adelante, Berenice Tovar, estudiante de la Facultad de Medicina de la UNAM, indicó que para ella es importante salir a las calles, porque la carrera que ella cursa y la comunidad a la que pertenece tiene la tendencia a repetir situaciones de acoso, sin recibir sanciones.

Frente a los Juzgados de lo Familiar que se encuentran sobre avenida Juárez, un grupo de mujeres, madres de familia, comentaron que asistieron de manera voluntaria y colocaron en un muro fotos de deudores alimentarios y otros más que, aseguró Fanny López, “quieren seguir amedrentando por dar dinero”.

El momento de su separación “fue lo peor”, ya que aunque creyó que la violencia pararía, “ahora usa a mi hija para agredir y, aunque pasa dinero, es insuficiente y quiere cuentas de todo”.

Gráfico
Gráfico

Entre los contingentes también se pudo observar a María Elena Ríos, saxofonista sobreviviente a un ataque con ácido. Ella pidió a los Poderes de la Nación escuchar la demanda de las mujeres víctimas de ataques con sustancias químicas. Dijo que “cada que recuerdo que mi agresor sigue libre, me recuerdo que tengo el poder de cambiar algo, que otra no sea la siguiente”.

Más del 95 por ciento de las mujeres en México fueron acosadas sexualmente en el transporte público, de acuerdo con los registros de la ONU.

Elsa Barrientos viajaba en el Metro de la capital cuando “un hombre comenzó a tocarse mientras viajábamos solos con dirección a El Rosario (...) por fortuna no ocurrió algo más grave, pero pienso en quienes no pueden contarlo”.

Entre las miles de manifestantes destacaron las mujeres de la Facultad de Artes de la UNAM , quienes indicaron que cada vez son más los casos de acoso en la institución.

“Estamos hartas. Desde hace tiempo, en la facultad, llevamos a cabo tendedero de acosadores (...) ahora venimos aquí a recordarles a esos acosadores que, aunque borren o quiten sus fotos, estamos más vivas que nunca y volveremos a pegarlas”, dijo Fernanda Gallegos.

Para Jimena, de 19 años, esta es su segunda marcha. Junto a una pancarta con la frase “el silencio termina en nuestra generación”, la joven aseguró que su lucha es por todas las niñas del futuro y para que ellas “ya no tengan ese miedo”.

Por eso, pidió a todas las mujeres víctimas de alguna agresión de género “gritarlo y no quedarse calladas; esto es por mí y por todas ustedes”.

A Claudia la acompañó su hijo, un pequeño para quien la manifestación del 8M significa aprender del feminismo. “Vengo a respetar y para hacer que América Latina sea feminista”, contó el menor.

En otra de tantas historias de vejaciones, Virginia Rodríguez, de 20 años, víctima de agresiones por razón de género en la infancia, contó que asistió a la marcha del 8M por una sola razón: luchar para que ninguna otra niña ni joven sufra alguna violencia.

“Esta lucha es por mí y por las futuras generaciones, por algo estoy aquí este día; estoy luchando para que a nadie le pase lo que a mí me pasó”, narró.

Jasel, cumplió 32 años ayer, pero prefirió manifestarse antes que festejar. “Estoy aquí, porque hay muchas morras que están pasando por lo mismo, y la gente es bien chida para reírse, pero hasta que no lo sufres, hasta que no lo vives, no lo entiendes”.

Desabasto de fármacos, daño colateral en enfermeras

Claudia Castillo, enfermera de servicio en el Hospital Psiquiátrico Infantil Carlos Navarro, estuvo a punto de que un paciente le rompiera la nariz, tras no contar con su medicamento.

Este es uno de tantos sucesos que mujeres de hospitales psiquiátricos deben enfrentar ante la falta de fármacos, recibiendo de esta manera, dobles o hasta triples violencias: la de los pacientes, de las instituciones y en ocasiones de los jefes que les piden guardar silencio ante anomalías.

“Un paciente psiquiátrico sin medicamento tiene una fuerza increíble, me tocó estar con un paciente que para tranquilizarse requería de su medicamento, intenté tranquilizar y me dio con un puño en el rostro”, relató la mujer.

Indicó que el ácido valproico, centraline y valproato, son medicamentos solicitados y que tienen una repercusión fuerte en los pacientes; sin embargo, son escasos y no hay respuesta por parte de las autoridades.

“El paciente estaba agitado y lo íbamos a meter a su cama para darle contención física y me agredió con un puño en la cara y automáticamente me salió muchísima sangre, pensé que me había roto la nariz, pero este suceso es uno de tantos que enfrentamos”, agregó.

En tanto, ante el tema de desabasto, senadores urgieron ayer a atender la crisis por la carencia de medicamentos para los pacientes psiquiátricos, que se agudizó en las últimas semanas.