La respuesta a la crisis sanitaria, económica y social que enfrentamos no es evidente. La situación está tejida por un sinfín de implicaciones éticas, científicas, sociales, económicas y políticas. A lo que nos enfrentamos, ni más ni menos, es al reto más delicado al que se ha enfrentado México en más de un siglo.
En momentos críticos como el que vivimos, sobresalen las mentes claras, los espíritus combativos, las mujeres y hombres de Estado, las instituciones vitales. También emergen los que excavan con rabia las minas abiertas de oro, los calculadores que aseguran que este es un juego suma cero y los apostadores enmascarados de actuarios. Serán los que recuerden esta historia los que pondrán la etiqueta.
Cuando pase el temporal no debemos descuidar las preguntas con las que recibimos la pandemia: de quién y de dónde vino el virus y si se podía evitar que se esparciera por el mundo; por qué se esparció y por qué no se pudo contener en un solo sitio; qué se necesitaba para evitar que llegara a cada país y qué pasó en ellos cuando finalmente llegó.
Recordar cómo los gobiernos de cada país defendieron a su población de la enfermedad: cuándo reconocieron la amenaza, cuándo mandaron a la gente a sus casas, cómo atendieron a los enfermos, protegieron a sus médicos y despidieron a sus muertos. Tener presente cómo defendieron a sus ciudadanos de los efectos del confinamiento: cuánto desembolsó el gobierno para la gente que no trabajaba por estar encerrada en sus casas, las empresas que detuvieron sus actividades y los que debían mantenerse firmes laborando en las calles.
Compararnos, apuntar las diferencias. Anotar la capacidad con la que contábamos para hacer frente a la epidemia: cuántas doctoras, cuántos enfermeros, cuántos hospitales, cuántos hoteles y camas y ventiladores. Estar atentos a cuántos nos quedamos en casa, a qué tan rápido aumentaron los casos y cuándo se llenaron los hospitales. Quiénes se recuperaron y quiénes no. Quiénes nos cuidaron y quiénes no. Sus nombres.
Subrayar el costo del gel antibacteriano, el tapabocas, los guantes, el cloro en espray, la cuenta del hospital, el súper y de la tarjeta de crédito. Cuántos empleos se perdieron, cuántas empresas cerraron, cuántos puntos cayó el PIB, a cuánto estaba el barril. Escribir, qué se siente pasar meses fuera de la normalidad, atarse a una falsa sensación de seguridad sin abrazar a los que quieres, pensártela dos veces antes de abrir una puerta.
Cuando pare la lluvia, no olvidarnos, desde dónde y cómo nos levantamos, cómo salimos adelante y victoriosos. Cuánto tiempo nos tomó recuperarnos, qué acciones, pactos y alianzas fueron los que sirvieron para restaurarnos. Quiénes nos dieron la mano y quiénes nos pusieron el pie: sus nombres. Y alistémonos porque la historia la contaremos con estatuas en el Paseo de la Reforma y en las urnas en las próximas elecciones.
