Chile: la nueva fase del constituyente

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En la elección del Consejo Constitucional, la derecha chilena ha ganado con ventaja, reafirmando su ascendente hegemonía. Entre el Partido Republicano, que encabeza José Antonio Kast, y la derecha más tradicional, reunida en la alianza Chile Seguro, obtuvieron más del 56 por ciento de los votos. La izquierda oficial, que encabeza el presidente Gabriel Boric, más el centro izquierda de Todo por Chile, lograron el 37. 5 por ciento del sufragio.

La reacción de muchos medios iberoamericanos sigue el mensaje del “sorpaso de la derecha”, pero lo cierto es que el resultado no es tan disparejo como fue el plebiscito constitucional de 2022, cuando el rechazo a la nueva Constitución casi llegó al 62 por ciento de los votos. Es cierto que, esta vez, el voto por la izquierda es casi idéntico al del “apruebo” en el referéndum, pero tampoco habría que subestimar el porcentaje de votos nulos o en blanco, donde se ubicaría una masa de indecisos, en los que la izquierda puede buscar apoyo.

Como quiera que se mire, el resultado consolida una vez más a Kast como líder del bloque derechista en Chile. Un liderazgo que proviene de posiciones más extremas o radicales que las de la derecha conservadora o neoliberal chilena, personificada por Sebastián Piñera y otros políticos del pasado reciente. Kast, que se opuso férreamente al cambio constitucional, encabeza ahora la fuerza política más nutrida dentro del nuevo órgano constituyente.

¿Qué esperar en los próximos meses? Lo más probable es que Kast busque convertir el proceso constituyente en un arma política de su alianza, aprovechando la baja popularidad del presidente Boric y los enormes problemas que enfrenta su gobierno. Si ésa es la ruta, el líder Partido Republicano no estaría haciendo algo muy distinto a lo que hizo Boric con la nueva Constitución entre 2021 y 2022.

Esa partidización del cambio constitucional es una mala señal, ya que una Carta Magna es, ante todo, una normativa jurídica de Estado, basada en el consenso entre las principales fuerzas políticas. La reacción de Boric, al igual que el año pasado, cuando la derrota en el plebiscito es alentadora porque va en el sentido de reconocer la desventaja y llamar a sus partidarios a negociar con los rivales.

Podría esperarse que las iniciativas más fuertemente progresistas del proyecto constitucional de Boric —estado plurinacional, derechos de tercera y cuarta generación, políticas identitarias— sean descartadas en esa negociación y que, en cambio, se trate de preservar el acento social de la nueva gobernanza, alguna modalidad de descentralización y la búsqueda de mayorías legislativas.

El proceso constituyente sigue su accidentado curso en Chile. En 2020, sólo un poco más del 20 por ciento de los chilenos favorecía la permanencia de la Constitución de 1980, aprobada en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet. Tres años después, el triunfo de la derecha no necesariamente refleja una mayoría partidaria de la vieja norma.

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Guillermo Hurtado